Monseñor Libardo Ramírez* | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Noviembre de 2014

Vidas  Ejemplares

Santos de nuestro tiempo

 

El   mes de noviembre se inicia con una fiesta entusiasmadora: la de “Todos los Santos. Pero hemos de cuidarnos de pensar solamente en santos de tiempos lejanos, o con estilos de santidad raros. Muy diciente la expresión en relación con algunos santos, cuando se dice que lo extraordinario en ellos es “no haber hecho nada extraordinario”. Esa es la línea de santidad, o parentesco espiritual  trazado por Jesús (Mt. 12, 49-50), ese fue el vivir de una Santa Teresita de Lisieux, de S. Juan XXIII o de la Beata Teresa de Calcuta.

La idea de que los santos fueron personas que vivieron en otros tiempos, cuando era el estilo de vivir en “esos tiempos”, cuando florecían las virtudes, como señalando que eso ya no es propio de nuestros días. Es de recordar cómo S. Pablo, cuando había tanta corrupción a su lado, sin embargo, al saludar a las comunidades de creyentes de sus días, los saludaba como a “los santos en Cristo Jesús” (Felp. 1,1). Ese llamado a la santidad en las cosas cotidianas llega a todos en cualquier profesión. Así se expresa S. Pablo: “nos ha elegido en él para ser santos en su presencia, en el amor” (Ef. 1,4). En cada persona correcta, honesta, caritativa, cumplidora alegre de sus deberes, limpia en sus costumbres, se refleja sencilla y agradable presencia de la santidad de Dios.

Está bien recordar a los santos de extraordinarios hechos, fruto de su piedad y celo apostólico, como los apóstoles del Señor, como S. Pedro o S. Juan, de colosales figuras como San León y S. Gregorio l “Magno”, o de un S. Benito Abad, o S. Francisco de Asís o San Pío V. Pero hay que agradecer que en nuestros días nos sintamos como codeándonos con personas de destacada santidad como los casi niños  S. Domingo Savio y Laura Vicuña, profesionales como  S. José Moscati y P. Federico Ozanam, padres de familia como los progenitores de Santa Teresita, misioneros incansables como S. Ezequiel Moreno y Beato Marianito Eusse, mártires de la pureza como Santa María Goretti, dechado de alma de oración y espíritu misionero como Sta. Laura Montoya, pontífices romanos como los santos Pío X, Juan XXIII y Juan Pablo II.

Qué fermento de bien en medio de la familia humana han dejado en el mundo aquellos santos, con recuerdo apenas mínimo entre la infinidad de testimonios de quienes han escuchado el llamado del mismo Dios de “sed santos como yo soy santo” (Lev. 19,2).  No solo los elevados a los altares pregonan autentica santidad, sino, como lo vio San Juan en su visión del Apocalipsis, hay “una muchedumbre inmensa, que nadie puede contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie de delante del Cordero”  (Apoc. 7,9).

S. Juan Pablo II invitó a todas las diócesis y comunidades religiosas a iniciar procesos de canonización de personas cuyo ejemplo de santidad se recuerda en ellas. Por ello, en Colombia, al lado de mártires ya declarados beatos como los jóvenes de la Comunidad de S. Juan de Dios, en España, se van señalando tantas vidas ejemplares que merecen esa glorificación.

Es de recordar como santos de nuestros días, con procesos de beatificación iniciados, a un Mons. Ismael Perdomo (arzobispo de Bogotá), al Pbro. Pedro María Ramírez (mártir de la fe en Armero), al Padre Almanza (párroco en Bogotá), a la Madre María Margarita (fundadora de Siervas de Cristo Sacerdote),  a la Madre Gabriela de S. Martín (fundadora de las Dominicas de Sta. Catalina) al Padre Rafael García-Herreros (iniciador del Minuto de Dios). Cada uno recuerda muchas personas no en vía de canonización, pero de las cuales estamos seguros de su rectitud y destacadas virtudes, merecedoras de estar, ciertamente, en el coro de los santos. Estos son los santos y santas de nuestros días, que nos asisten desde el cielo, y nos invitan al camino alegre y seguro de nuestra propia santificación.

monlibardoramirez@hotmail.com

*Presidente del Tribunal Ecco.Nal