Montesquieu y la democracia | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Enero de 2025

 Por estos días, en los que en Colombia las fuerzas disolventes anarco-socialistas pretenden perpetuar la cacocracia en algunos entes estatales, avanzan los atentados contra la democracia representativa tal como la concibió el conde de Montesquieu y la acogió el Libertador Simón Bolívar, para forjar la Gran Colombia.

Montesquieu, en El Espíritu de la Leyes, defiende la importancia de la trilogía de la separación de poderes. Se trata de que tanto el poder Ejecutivo, Judicial y Legislativo, contribuyan a fortalecer la democracia mediante el equilibrio de poderes. Ese equilibrio de poderes se fundamenta en la independencia de los mismos. Por lo tanto, el constituyente primario se convierte en fuente primordial de ese poder democrático.

Bolívar, al que le otorgaron todos los poderes los cabildos y la poblada para avanzar en la gesta libertadora, debió asumirlos para combatir a los realistas de su tiempo y tan pronto consigue independizar una parte de los territorios de Venezuela y la Nueva Granada, resigna la dictadura y convoca al Congreso de Angostura, que lo ratifica en el poder. En esa asamblea plantea la instauración de la democracia mediante la división de poderes y propone un cuarto poder moral que no se consideró.  

En Colombia, los partidos tradicionales han sido defensores de la democracia tal como la concibió el Libertador, con más o menos entusiasmo en algunos casos, más todos de acuerdo en cuanto en la bondad y vigencia de la separación de poderes. Por su puesto, los camaradas que están por la dictadura del proletariado, abominan de la democracia, así como los socialistas utópicos o a la cubana. Ambos prefieren una dictadura personalista o de partido único, para repartirse el poder y saquear los fondos públicos.

El anarco-socialismo petrista apela al soborno para doblegar la voluntad del Congreso, lo mismo que avanza en el intento de controlar el sistema electoral en la Registraduría y el Consejo Electoral, así como en el predominio en las otras cortes, la Contraloría y la Procuraduría. En tanto, mueve sus filas con elementos proclives a seguir sus cantos de sirena para envilecer las Fuerzas Militares. Las que como vimos la semana pasada y como lo habíamos pronosticado en otros escritos en EL NUEVO SIGLO, sufren ataques con misiles de alta potencia que destruyen dos blindados y son una terrible amenaza para nuestros soldados que carecen del debido apoyo de la Fuerza Aérea.

Es de anotar que no todos los políticos están preparados para detentar el poder en un gobierno democrático y menos si siguen pensando como subversivos o terroristas. Además, como lo sostiene Karl Loewenstein en su Teoría de la Constitución, el poder tiene un tufillo de lo demoníaco que pierde a muchos de los que capturan por la vía electoral el poder disfrazado de ovejas y en el mismo pretenden convertirse en dictadorzuelos. Loewenstein, en su análisis del fenómeno diabólico del poder, en especial cuando se vulnera la separación del mismo. “Rara vez, por no decir nunca ha ejercido el hombre un poder ilimitado, por cuanto nunca lo ha ejercido el hombre con moderación y comedimiento. El poder lleva en sí mismo un estigma y solo los santos entre los detentadores del poder – ¿Y en dónde se pueden encontrar? - serían capaces de resistir la tentación de abusar del poder”.

“Es que el poder encierra en sí mismo la semilla de su propia destrucción. Eso quiere decir que cuando no está limitado, el poder se transforma en tiranía y en arbitrario despotismo. De ahí que el poder sin control adquiera un acento moral negativo que revela lo demoníaco en el elemento del poder y lo patológico en el proceso del poder”.

De esa doble faz del poder fue plenamente consciente Aristóteles cuando enfrentó las formas puras del gobierno y las formas degeneradas, las primeras están destinadas a servir al bien común de los destinatarios del poder: las segundas, al egoísta interés de los detentadores del poder.

Así qué por cuenta de los abusos del gobierno, de sus áulicos y aliados, tanto en las ciudades como en las zonas periféricas signadas por la violencia, tenemos en despotismo puro y el ultraje diario a los derechos humanos, un retroceso sin precedentes en nuestra historia, en tanto saquean los fondos públicos. Mientras, la Corte Suprema de Justicia advierte que los índices de impunidad ya superan el 90 %. Sabemos que el gobierno compra el Congreso y va por las cortes y la junta del Banco de la República. Entramos en el túnel ominoso del predominio de los peores.