Gracias, muchas gracias a médicos, enfermeras y sus ayudantes: el personal de clínicas, hospitales, centros de salud y farmacias. Debemos aplaudirlos a todos, desde los porteros, encargados de la limpieza, técnicos de los equipos, farmacólogos, hasta los más importantes miembros de la comunidad médica.
Todos se están jugando sus vidas por salvarnos, por atender cada paciente con coronavirus. Muchas veces, sin tener los equipos, ni las medicinas necesarias; sin contar con protección apropiada para ellos mismos. Ellos, están poniendo su salud, aun su vida, en riesgo, como combatientes de primera fila en contra de esta pandemia que enfrentamos.
Mujeres y hombres que, sin descanso, atienden a personas gravemente enfermas con el virus y que, por desgracia, en algunos casos se han contaminado y han muerto. No en vano están siendo aplaudidos y admirados en el planeta entero. Hoy, cada uno de ellos es considerado un héroe.
El Papa Francisco se ha unido al agradecimiento mundial hacia ellos pidiendo: “Oremos juntos por los médicos, el personal de los hospitales y los voluntarios que están dando su vida por salvar a los demás”. Seguramente, hasta los agnósticos pueden tener un pensamiento de reconocimiento hacia ellos.
Pero no son ellos los únicos a los que debemos agradecer. En primera línea están también los que, en medio de esta crisis, abastecen nuestras necesidades alimenticias. Los campesinos que trabajan la tierra y hoy recogen su producto para que no falte comida en nuestras mesas, los camioneros, trasportadores y distribuidores, inclusive los que atienden los supermercados y tiendas, hasta los de las cajas registradoras. Sin su trabajo incansable y eficiente, no tendríamos la comida necesaria.
Muchas gracias a los soldados y policías y sus comandantes que mantienen el orden y están listos para ayudar y coordinar cualquier trabajo necesario en este momento crítico. Los hemos visto transportando médicos y medicinas a los lugares más apartados e inhóspitos, protegiendo a la población civil de quienes pretendan aprovecharse del momento, inclusive, están al frente de la construcción y adaptación de hospitales provisionales, para aumentar la capacidad de atención a pacientes.
Gracias a la defensa civil y a la Cruz Roja siempre listas a servir. A los psicólogos y siquiatras, atentos a ayudar a combatir el miedo y la angustia, sentidos por muchos, con su consejo y experiencia. A bancos, industrias, comercios y fundaciones que están ofreciendo apoyo a los ciudadanos.
Aplausos para quienes nos dan una voz de ayuda, o una gota de compañía, así sea telefónica, durante la cuarentena obligatoria a la que estamos sometidos. Cómo no agradecer a quienes tienen un momento para llamar a un familiar, amigo o vecino, en especial a un viejito, solo para preguntar: ¿Cómo estás? ¿Necesitas algo? Para afirmar: aquí estoy si me necesitas, no estás solo, cuenta conmigo. Gracias a quienes nos escuchan con paciencia y muchas veces acompañan nuestro miedo, aun nuestro llanto.
Hoy, hemos regresado a nuestros hogares, a esas paredes que nos conocen, aunque nos ven poco; al íntimo vivir con nuestras familias, día a día, a esas conversaciones amables y reposadas que solíamos tener cuando se compartía el pan, bella costumbre casi olvidada. Quizá, en el incierto futuro que enfrentamos, atesoraremos los recuerdos de estos días aciagos, cuando nos volvimos a reconocer como hermanos.
¡Gracias hoy y siempre a Dios por nuestras vidas!