MURICIO BOTERO MONTOYA | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Agosto de 2012

La droga en perspectiva

 

La cultura anglosajona, Inglaterra y Estados Unidos, ha sido y es factor de la violencia en torno de la drogadicción. En el siglo XIX Londres declaró la guerra a China para obligarla a comerciar y consumir opio. Aceleró así la revolución china que hoy los tiene en aprietos. Desató una gran mortandad tanto por la guerra en sí como por la destrucción del tejido social. La revolución maoísta de 1949 consideró el consumo de estupefacientes en China una agresión imperialista, como en efecto lo fue, y Mao erradicó el vicio con medidas drásticas.

Ahora el segundo eslabón anglosajón no tiene ya como política exterior promover a la fuerza el consumo de estupefacientes, pero es el principal adicto, Estados Unidos consume más o menos la mitad de la producción mundial.

Es, según parece, una sociedad adicta. No ha logrado en el último siglo salir de su vicio. A lo sumo muta una forma de adicción en otra. Si disminuye el LSD aumenta la ingestión de cocaína, o pasa al crak. A los “downers” o a los “uppers”. Como su sistema tiene como ideal la libertad personal, el adicto puede, si tiene dinero, pedir despachos a domicilio como quien pide una pizza. Pero eso sí Estados Unidos exige que países como México, Perú o Colombia combatan la producción de coca, mientras ellos aumentan la demanda. De nuevo como en la guerra del opio, pero por motivos opuestos, los muertos están al otro lado de la frontera del país agresor.

Y Estados Unidos es en materia de narcóticos el país agresor. Su agresión en Colombia mantiene viva a las Farc y a las bacrim. Las guerrillas ya no son sostenidas por potencias comunistas ni mayormente por la indigente Cuba o la espasmódica Venezuela chavista. Las sostiene con la minuciosa regularidad del adicto, Estados Unidos y ahora la decadente Europa. Entonces es justo decir que si Colombia cree en la libertad individual el Estado no puede, por ejemplo, impedir el suicidio. Hay una órbita personal en la que el Estado no puede ni debe reglamentar. El adicto al alcohol tiene bares. El adicto a las drogas en Estados Unidos tiene amplios derechos.

Es imposible seguir sometiendo a Colombia a que sirva de policía mundial. Nos ha costado ya centenares de miles de muertes. El narcotráfico perdura si los adictos lo exigen. Entonces la propuesta del alcalde Petro no es la de legalizar la droga, sino de no penalizar al adicto. De tratar al adicto criollo con el mismo respecto como los Estados Unidos tratan a los suyos.

En el fondo es una venia de reconocimiento a la puritana duplicidad anglosajona. La otra posibilidad es la variante de Mao Tse-Tung que consistió en ametrallar a los nidos de opio y erradicarlos, matándolos. Pero creo que eso es excesivo incluso para lo más radicales socios del club El Nogal. Aunque en esto es mejor no ser dogmáticos ni meter en política a clubes privados aunque tengan plataforma y sirvan de caja de resonancia a consignas antipatrióticas. Es algo de mal gusto.