No creo ser la única que cuando piensa en una película recuerda la música que la acompañaba. Sin ir más lejos, uno de los éxitos de las películas de Disney son sus inolvidables melodías, las que los niños de las últimas décadas han tarareado desde su infancia y que hoy forman parte de esas memorias que permanecen con uno para compartir con hijos y nietos. Quién de mi generación ha olvidado la canción de los siete enanitos cuando van a trabajar de la película Blanca Nieves, o aquella mucho más reciente, Besa a la joven (Kiss the girl) de La Sirenita, cantada por todos los animales del pantano. Música y cine van de la mano.
Eso mismo pasa con la música de Ennio Morricone, quien compuso más de 500 piezas, gran número de ella para acompañar películas, comenzando por aquellas famosas de vaqueros, filmadas en Italia, durante los años 60 y 70, del siglo pasado, los llamados “spaghetti western”, esas en las que conocimos y nos enamoramos de Clint Eastwood, ¡buenmocísimo! Silencioso y malencarado, listo a hacer justicia y matar al primer malhechor que atravesara su camino.
La música de El bueno, el malo y el feo fue por décadas símbolo de machismo, resistencia, buena puntería y todo esos “atributos” que caracterizaba a los hombres que conquistaron el oeste americano; por lo menos desde el punto de vista de los guionistas y directores cinematográficos.
Fueron muchos los temas que la música memorable de este gran compositor acompañó: El éxtasis del oro, El clan siciliano, con Alan Delon, El viento y el grito, para una fantástica película sobre el mar y su constante espectáculo; la banda sonora de Erase una vez en el Oeste, con la despampanante Claudia Cardinale, cuya canción Un día regresaras, Mirelle Mathieu hizo famosa; la monumental obra En la tierra como en el cielo y la conmovedora música de Erase una vez en América, son solo una pequeñísima muestra de la versatilidad de las composiciones de este compositor.
Por eso, hoy quiero dedicar esta columna a despedir a Ennio Morricone, quien murió a los 91 años, la semana pasada, días antes de recibir el premio Princesa de Asturias de las artes; un premio más en su extensa y exitosa carrera como compositor. Morricone acumuló varios Grammys, Globos de Oro, 7 nominaciones y un Oscar, y el Premio de la Academia por una vida de excelencia artística.
Este prolífero compositor sabía conmover con sus notas y tocar, en cada caso, la fibra del sentimiento que correspondía. Así sucedió, por ejemplo, con su composición para la película Cinema Paradiso, que nos llevó hasta las lágrimas. Como olvidar los enormes ojos del pequeño Salvatore, ese niño hambriento que saciaba su hambre y su miseria viendo cine a escondidas en el único teatro del olvidado pueblo italiano donde vivía. Definitivamente, el cine es alimento para la imaginación y la vida, más cuando es acompañado con música tan fenomenal como la de Morricone.
Su carta de despedida fue tan conmovedora como su música, en ella se despide de quien fuera su esposa por 70 años, María Travia: “A ella renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar. Para ella es mi más doloroso adiós”. ¡Adiós Ennio Morricone, adiós maestro!