La grave alteración del orden público que hemos vivido en los últimos tiempos nos debe dejar lecciones y reflexiones para enfrentar futuras revueltas en diferentes escenarios. No es posible que debamos repetir acciones violentas y ataques a la infraestructura, la comunidad y la fuerza pública, sin el más mínimo reato de conciencia y lo más grave, sin responsabilizar, investigar ni castigar a los participantes en diferentes niveles de colaboración.
El Gobierno, en cabeza del señor Presidente de la República, pide una ley que encuadre, proscriba y excluya el vandalismo en las soñadas protestas sociales, tan estudiadas y utilizadas por bárbaros para subvertir el orden y efectuar ataques criminales contra las instalaciones y propiedad privada, llevándose de contera la integridad de los funcionarios públicos. Esperamos con exultación el pronunciamiento del Congreso sobre esta temática.
Los derechos humanos se han convertido en pretexto para forzar la fuerza pública a no actuar, convirtiéndola en convidada de piedra y observadora paciente de alteraciones por parte de grupos, ubicados al margen de la ley con sus actuaciones, desmanes y excesos. Esto no puede continuar y es urgente buscar una salida que logre neutralizar la actuación vandálica y brindar a los funcionarios públicos, una mínima seguridad a su integridad, como hoy se brinda a los alteradores del orden, a quienes no se pude tocar, capturar, ni conducir sin ser motivo de queja por exceso de la fuerza y violación a DH.
Hemos llegado a extremos preocupantes, al punto que hace carrera el concepto que es imposible utilizar la fuerza sin violar los derechos humanos, apreciación algo forzada, porque en estas alteraciones del orden y de cara al pasividad institucional, las agresiones contra los agentes policiales se van escalando en medida que las turbas pueden acercarse y agredir violentamente sin ninguna respuesta, llegando al ataque cuerpo a cuerpo, donde es servidor público no puede actuar, olvidando que a los agentes del orden también se les deben respetar sus derechos humanos. Desafortunadamente, terminada la agresión el registro fílmico para ser noticioso o llevar impacto debe mostrar a los policías defendiéndose como último recurso y no en el momento del ataque, insultados y agredidos con diferentes armas contundentes, éstas si letales, pues existe una marcada diferencia entre un golpe con la tonfa, bolillo o bastón de mando, como lo hemos llamado, a un ladrillo, ácidos o armas blancas, hechos ocurridos con frecuencia.
Sería recomendable fijar reglas y espacios mínimos para utilizar la fuerza, como está estipulado, en la legítima defensa, defensa de terceros y aun de los compañeros. No podemos llegar a extremos, porque han perdido la vida varios agentes del orden en sus diferentes grados, sin que la justicia se pronuncie y la sociedad proteste.