Estados Unidos explotó en respuesta a la brutal y absurda muerte del afroamericano George Floyd a manos de un policía en la ciudad de Minneapolis. Inmensas manifestaciones de ciudadanos de todas las razas han marchado unidos en los 51 estados de la nación. ¡No puedo respirar! ¡La vida de los negros cuenta! ¡Fin al racismo! Dicen los carteles y los gritos de los manifestantes.
Las manifestaciones, que al comienzo derivaron en violencia y saqueos, hoy se han convertido en multitudinarios movimientos pacíficos, compuestos por afroamericanos, blancos, latinoamericanos, orientales e indígenas, inclusive con el apoyo de los mismos policías, marchando unidos, abrazados, demostrando un mismo dolor e indignación por lo ocurrido.
Parece que la muerte de un hombre negro, rogando ser liberado de la fuerza de la rodilla de un policía blanco sobre su cuello para poder respirar, logrará lo que por siglos no se ha logrado en Estados Unidos, una conciencia antirracista nacional.
Hoy el país está enardecido por catastróficos eventos consecutivos: meses en cuarentena, más de 100 mil muertos por el coronavirus, 40 millones de personas desempleadas, con un futuro incierto de cuándo y cómo regresarán a sus trabajos. Además, la profunda desigualdad existente, el racismo enquistado desde la colonia y la total polarización política han producido una herida supurante que está por gangrenarse.
Estados Unidos sangra por muchas heridas. Para comenzar a sanar se debe detener el sangrado. Detener la furia y la polarización. Nada resuelve la violencia, el saqueo, los insultos contra la policía y, más importante, los crímenes contra los afroamericanos, o contra los mismos uniformados.
Como cualquier animal herido, esta potencia mundial se está convirtiendo en presa fácil de sus enemigos. No olvidemos que fue esa pérdida de unidad, la desmoralización y corrupción interna, lo que finalmente acabó con el Imperio Romano. De ahí la fuerza y el rayo de esperanza que significa esta movilización nacional, integrada, física y mentalmente, por la gran mayoría de estadounidenses, para lograr un cambio real hacia una nación más justa.
Recordemos, en USA hay más de 800 mil agentes de policía multirraciales, cuya gran mayoría se destacan por su servicio a la comunidad. Jamás olvidaremos su valor durante los ataques del 11 de septiembre y, ahora, su incondicional trabajo y sacrificios, como luchadores de primera línea durante esta pandemia.
Aun cuando falta mucho, los afroamericanos viven una nueva era en Estados Unidos. Hoy son líderes en muchas áreas, como los deportes y la música. Su ascenso es una realidad. Barak Obama fue el primer presidente negro de una potencia mundial; Maya Angelou, la gran poeta, obtuvo el Premio Nobel de Literatura; Oprah Winfrey es una de las mujeres más ricas e influyentes de país, y así, millones de ellos se destacan en la academia, política, industria, investigación científica y comercio.
El antirracismo es poderoso. Nunca es tarde para enseñar a nuestros hijos a ser y actuar como antirracistas. No hay una raza superior ni una inferior. Cada vida cuenta. ¡No al racismo!