No basta con tolerar | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Agosto de 2016

Las cuadrículas nos las inventamos los adultos, cuando se nos olvidó escribir  los sueños en las hojas en blanco.

La capacidad de tener conciencia sobre lo que significa ser sujeto de derechos, lo que se hace y se es, no puede estar determinado por el color de la piel,  el credo que se profese o el grado de homo, hetero o transexualismo que cada quien ostente o esconda.

El ser humano es mucho más que el resultado de una cita de átomos y circunstancias, y mucho menos que esa dimensión por la que navega esto -espíritu, alma o  energía- que nos permite pensar y sentir, actuar, anhelar y a veces, perdonar.

Así como no todos los colombianos  sabríamos qué hacer con Aureliano Buendía mirándonos desde el teclado, no todos los musulmanes son terroristas, ni todos los gringos son tan carismáticos como Obama o tan catastróficos como Trump.

Las generalizaciones pueden caer en la simplicidad o en la perversión, y los estigmas -gratuitos como casi todas las arbitrariedades- son los responsables de muchos de los conflictos (depresiones, exclusiones o guerras) que han entorpecido la evolución social y afectiva de la humanidad.

Mucha gente afirma, como gran cosa, que a las minorías hay que tolerarlas;  palabra más palabra menos, hacerles el favor de no fumigarlas ni sancocharlas en el fuego eterno. Algo así como lo planteado por la  magnánima  senadora Nidia Marcela Osorio en el debate del martes en el Congreso.

Senadora, respetuosamente le explico la diferencia: Uno puede tolerar una fiebre de 38º, o unos vecinos aprendiendo a rapear a la 1 de la mañana. Pero a los ciudadanos y familias que pertenecen a las minorías, la sociedad no tiene la obligación de toleralos: tiene el deber de respetarlos, incluirlos y acogerlos; aprenderles lo aprendible y admirarles lo admirable. Apreciar su dimensión humana, la  capacidad de resiliencia, su valor para no haber claudicado, ni haberse convertido en generadores de odio por el maltrato recibido.

Señora, ya no usamos crinolinas ni carteros, sino jeans y millones de e-mail;   hay garajes en vez de establos; y a la Europa de Charlie, del muro tumbado y los naufragios del éxodo, no llegamos en carabelas sino en avión. El 46% de las familias colombianas no encaja en el esquema de papá y mamá tomado de la mano, rodeado de unos hijos que sacan 5 en perfección. No creo que todo tiempo pasado haya sido mejor, y prefiero Jurassic Park en 3D que el tiranosaurio original.

Buena parte del mundo está haciendo ingentes esfuerzos por convertir el planeta en un lugar menos atrasado, menos hipócrita y más posible. ¿Sabe? Estamos demasiado adoloridos por cuenta de odios milenarios. Y claro, usted no está sola; pero no seré yo quien la acompañe.

Un mundo enfermo espera de nosotros mucho más que tolerancia: espera comprensión y apertura. Espera inclusión; y como ésa no crece silvestre entre las piedras, hay que cultivarla; cambiar prototipos por pluralismo, desaprender desprecios y oxigenar la conciencia.

No basta con tolerar. No es suficiente una  ética de mínimos, cuando es máxima la marginación. Y profundo el dolor.

ariasgloria@hotmail.com