El derecho de protesta está reconocido en la Constitución pero en ninguna Carta Democrática y menos en las de Estados totalitarios existe la legitimidad de la realización de un paro nacional por cuanto este viola la protección del trabajo, impide la movilización, obstaculiza la vida comunitaria. Escucho a funcionarios públicos, jerarcas de la iglesia, representantes de gremios y sindicatos, congresistas, dirigentes, coincidiendo en que el paro nacional es constitucional, esto no lo entiendo, menos cuando insisten en que lo importante es su pacífico transcurrir.
Existen motivos de descontento, la gente se opone a la corrupción, cuestiona, considera exorbitantes los impuestos, reclama justicia, no obstante mezclar pretensiones dificulta su comprensión. Los actos vandálicos, la afectación de la propiedad pública y privada, el deterioro de los terminales de transporte, la destrucción de bienes, no contribuyen a la creación de empleo, a la disminución del costo de vida, a la imagen estudiantil o sindical, niegan cultura y civilización.
El presidente Iván Duque ha dicho que iniciará una “conversación nacional” para fortalecer la agenda social y adelantar las reformas que el país requiere. Voté por él y es injusto achacarle problemas acumulados desde hace doscientos años provenientes inclusive de la época colonial. Ejerce sus funciones por mandato expresado en las urnas, sin embargo, me inquieta lo del diálogo. Si participan funcionarios comprometidos con la adopción de medidas impopulares, para quienes la política se limita al intento de tapar huecos fiscales, será difícil calmar los ánimos. Mejor realizaciones de gobierno inmediatas que dispendiosa construcción de Torres de Babel. En síntesis, no entiendo lo referente a la “conversación nacional” y me atrevo a decir que se convertirá en nuevo conflicto.
Los atentados de grupos levantados en armas, disidentes de la guerrilla, como el efectuado contra la estación de policía en Santander de Quilichao, en el Cauca, en perjuicio de los uniformados y de la población civil, ojalá que influyan para el cese del paro, el trastorno de las actividades normales de los colombianos coadyuva a demenciales actividades terroristas. En América Latina el dilema entre Derecho y Fuerza persiste, la anarquía es la menos estable de las estructuras sociales, abstracción política derrotada a través de la historia, no entiendo a compatriotas empecinados en embarcarnos en ella con extenso memorial de agravios, involucrando a jóvenes esperanzados en un mejor futuro.
Comparto el consejo de Gandhi: “Debemos ordenar el caos, no hay duda de que el mejor y más veloz resultado es implantar la ley del pueblo en vez del clamor de la turba.” Si salimos de la arena movediza, de las marchas multitudinarias sin destino, corresponde igualmente hacerlo de la depresión que nos afecta.