Muy seductores, pero avasalladores, déspotas y dictatoriales, los calificativos que el presidente y el exsenador Uribe aplican a sus mandatos.
Colombia elige cada cuatro años un Jefe de Estado para que nos gobierne, no para que dirija, beneficie a un grupillo, un partido o una hegemonía omnipotente y privilegiada.
Por ello se posesionan con un mensaje dirigido a los “colombianos y las colombianas”, no a la facción o bando que por él votó. Son los “presidentes de Colombia”.
A ningún mandatario se le ha ocurrido llegar a foros, naciones o visitas de Estado en representación del Centro democrático, del partido conservador o de tal o cual agrupación.
En nuestro medio, Uribe y Duque solo han ejercido “nuestro gobierno”, no el de todos los colombianos.
Tal vez por ello el actual gobernante desconoce la Constitución y justifica el irrespeto que de ella ha hecho un alto militar (Zapateiro), escudándose en la autorización que les impartirá la procuradora de “nuestro gobierno”, designada para estos menesteres.
“Nuestro gobierno”, el de Duque, tiene candidato propio: “el que dijo Uribe”. Lo defiende y promociona interviniendo en política. Inunda los medios con avisos pagados por “nuestro gobierno”, mostrando obras inconclusas, autopistas interrumpidas, maravillas imaginarias y justificando a Zapateiro.
Alberto Lleras, el mayor demócrata de América habló así de los militares deliberantes: “Cuando las Fuerzas Armadas entran en política, lo primero que se quebranta es su unidad interna, porque se abre la controversia entre sus filas. El mantenerlas apartadas de la deliberación política, no es un capricho de la Constitución, sino una necesidad de sus funciones. Si entran a deliberar, entran armadas… y todo acabará con una batalla… les hemos dado todo, hasta juzgarse ellas mismas… el país les ha dado las armas y todo ello con una simple condición: que no entren con todo su peso y su fuerza a caer sobre unos ciudadanos inocentes por cuenta de otros ciudadanos”.
“Nuestro gobierno”, tampoco puede caer con todo su peso y su fuerza sobre una población que busca elegir al hombre capaz lograr el cambio que anhela Colombia para forjar una democracia con independencia de poderes, seguridad, vida amable, digna, justa, empleo y equidad; sin polarización, ni corrupción, con ética y paz. Solo así eliminaremos la pobreza, el hambre y la guerra que vivimos.
No se puede seguir “cayendo sobre unos ciudadanos inocentes, por cuenta de otros ciudadanos”.
Vamos por un derrotero que nos impide tomar el acertado camino que aún nos queda para recuperar con plenitud la democracia que nos legaron nuestros mayores, con Alberto Lleras Camargo en primerísimo plano.
Si “nuestro gobierno” nos lo permite, podremos asegurar unas elecciones que garanticen las libertades, el desarrollo y la felicidad que persiguen los habitantes de esta gran nación ¡que es de todos!
BLANCO: Felicitaciones al irrepetible Juan Gossaín por su designación como número “R” de la Academia Colombiana de la Lengua.
NEGRO: Nuestro mar de los 7 colores, según La Haya, está entre Nicaragua y un Rincón de la Cancillería.