Tamaña sorpresa la que me llevé recién posesionado como ministro de Minas y Energía. Entre las funciones del Servicio Geológico Colombiano (SGC) se le atribuyen entre otras “la investigación científica básica y aplicada del potencial de recursos del subsuelo”, entre ellos el agua, además de “administrar la información del subsuelo”.
Pues bien, cuando me citaron para presidir la primera Junta del SGC no dudé en confirmar mi asistencia y concurrir a la misma. Me atraía y me interesaba, por razones obvias, la problemática del agua. Al hacerme la presentación de la misión, la visión y los valores de la entidad por parte de su director general, Oscar Paredes, me llamó poderosamente la atención que una de las tareas claves que adelanta la misma es el estudio del recurso hídrico mediante perforaciones de pozos exploratorios, con miras a determinar la existencia de acuíferos y las zonas de recarga hídrica en el subsuelo, amén del análisis fisicoquímico e isotópico del agua alojada en tales reservorios y a partir de tales registros establecer el Modelo y el ciclo hidrogeológico y geofísico.
Después de su exposición, le pregunté al ingeniero Paredes cuánto costaba la perforación de cada pozo exploratorio y qué hacían con el mismo después de recabar la información que se buscaba y tener a mano los registros obtenidos a partir de las pruebas a las cuales era sometido. Me contó que, en promedio, la perforación de un pozo hasta los 500 metros de profundidad podía costar $1.200 millones y una vez logrado su cometido el mismo era sellado y abandonado.
Mi reacción, de neófito en el tema, fue manifestar a la Junta que mi conclusión era que el SGC iba dejando a su paso por todo el territorio nacional unas “guacas” enterradas de $1.200 millones. Y se me ocurrió preguntarle al director del SGC, haciendo un símil con la industria petrolera, con respecto a la cual mi conocimiento no era tan precario como en materia hidrológica, por qué, así como cuando se perfora un pozo exploratorio buscando petróleo y este se encontraba en cantidades y calidades que justificaba su desarrollo el mismo se convertía en productor, no se hacía lo propio con los pozos exploratorios de agua.
La respuesta afirmativa que recibí me satisfizo mucho y me llevó a plantearle una propuesta al ingeniero Paredes para que, en adelante los pozos exploratorios perforados, una vez obtenida la información pertinente en lugar de sellarlos se le entregara en administración a la entidad responsable del manejo del recurso hídrico en los territorios y por este medio ponerlos a disposición de los operadores de los acueductos.
Así nació una nueva política pública y con base en ella me propuse como ministro promover un documento Conpes que contuviera los lineamientos de una Política de Gestión Integral del Recurso Hídrico. Desafortunadamente no me alcanzó el tiempo de permanencia en el Ministerio para haberlo cristalizado. Esta sigue siendo una asignatura pendiente.
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*Miembro de Número de la ACCE