Preocupantes dudas que se tejen sobre rectitud en la Registraduría y el Consejo Electoral, en proximidades de un debate electoral que decidirá los destinos del país durante los próximos cuatro años.
Quienes dirigen, organizan, desarrollan y responden por las elecciones se han encargado de desacreditarse y sembrar dudas sobre nuestra democracia. Hay desde imprevisión hasta mafias que componen o descomponen los resultados. Los candidatos no están seguros de la limpieza de los escrutinios.
Se asegura que una vez cerradas las votaciones aparecen “testigos” a enturbiar los conteos y rellenar urnas con votos diligenciados por mafias expertas en cambiar los resultados.
Por ello, es difícil entender cómo muchos “quemados” en el primer conteo, al día siguiente aparecen holgadamente elegidos.
Cuando el sol del día electoral se oculta, llega la febril noche con la corruptela de compradores y vendedores de votos que modifican los primeros resultados. Muchos supuestos testigos y “voluntarios” penetran las débiles arcas triclave y proceden a cambiar actas y resultados. Son expertos en cambiar votos para favorecer a quienes han comprado sus servicios.
Muchos de los legalmente elegidos, salen a celebrar, mientras la podredumbre actúa para darles al día siguiente la gran decepción de una derrota.
Ante el reinante desorden en Registraduría y Consejo Electoral, los perdedores solo pueden “denunciar” los fraudes. “Nos robaron las elecciones. Fulano se las robó”, suelen decir. Vaya uno a saber hasta qué punto ello es cierto. Hemos observado cómo hasta después de cumplidos los períodos salen los fallos.
Tal vez parte del descrédito de las firmas encuestadoras obedezca a la manipulación de los conteos de los votos. Lo vimos en el cuestionado No. En las parlamentarias que acaban de pasar y seguramente lo veremos en las presidenciales.
El gobierno, los agonizantes partidos políticos, los líderes honrados -si es que existen-, la academia y la ciudadanía en general, deberían designar una gran comisión electoral que vigile los resultados, apartando al registrador, a los magistrados del Consejo Electoral, y desterrando mafias y testigos que manipulan los debates. Estas elecciones tendrán márgenes muy estrechos. Cualquier cosa puede ocurrir.
Nadie, por ejemplo, entiende cómo un funcionario o funcionaria haya escondido el logotipo de uno de los candidatos. Y lo más grave, es que el jefe haya sido ascendido. Se premió la corrupción. Hay que recordar lo acontecido con los tarjetones del uribismo. Desaparecieron pese a que se habían destinado suficientes para atender a los sufragantes. Se dice que muchos fueron destruidos para favorecer a alguien.
Al parecer las autoridades que manejan las elecciones no son fiables. El país debe reaccionar antes de que sea tarde. La democracia está amenazada.
BLANCO: la atención a los cafeteros para salvarlos de la ruina.
NEGRO: En Hidroituango, se conjugan la impericia empresarial, la corrupción, los errores de diseño, duro golpe a la ingeniería colombiana y hasta posverdad, que pueden llevarnos a la más grande tragedia. Mucho más que la de Armero. Solo Dios podrá salvarnos.
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