ORLANDO CANO VALLEJO | El Nuevo Siglo
Martes, 28 de Enero de 2014

Para creer

 

Inicia la contienda electoral en Colombia, y las campañas andan más pendientes del eslogan o nombres de marca que de mostrar un nuevo rumbo.

EL NUEVO SIGLO publicó el viernes pasado una tanda de sugerencias políticas sobre cuál debería ser el lema de la reelección, siendo la paz el principal sonajero de opinión entre congresistas.

Sin embargo, el país es más que un frío o colorido eslogan. Más que una bandera, un símbolo, o una sonora publicidad proselitista, lo que la gente urge es que cada aspirante a la Presidencia de la República y al Congreso asuma compromisos objetivos y audaces para dar un nuevo orden institucional.

La política y la economía, nuevamente de la mano. La primera influye en el rumbo de la segunda. A su vez, la economía determina la credibilidad o desgaste de la primera.

Somos una nación de políticos, buenos y malos, decentes y corruptos. También somos una sociedad influenciada por los empresarios, y los hay correctos y para olvidar. La economía política es parte de nuestra civilización y marca en alto grado nuestro crecimiento, desarrollo y equidad.

Es por eso que los candidatos tienen una alta responsabilidad social y política cuando convocan al pueblo a las urnas este año.

Tienen el mandato popular para mejorar las condiciones de vida de la población, modernizar instituciones, reorientar la economía y transformar la política al servicio común, no de un fin particular.

Cuando un votante va a sufragar, lo que debería seducir su voto es la credibilidad que genere el candidato.

No es sólo la recordación de un lema, es la confianza que genere el candidato y sus propuestas de campaña.

La cultura y madurez política de los ciudadanos ya no debería dar lugar a compra-venta de votos. La realidad social muestra un cuadro bien distinto donde se requieren responsabilidad y honradez en ambos bandos: el elector y el candidato.

Es preciso volver a creer en las campañas, en los directorios, en los jefes de partidos y movimientos. Y para ser dignos de crédito, los aspirantes a la Jefatura del Estado y corporaciones públicas deben ganar respeto y mostrar soluciones.

El eslogan en el partidor de la carrera presidencial debe ser más un argumento de fondo que un logo con forma publicitaria. Lo que la gente necesita es saber qué ganará el país con su voto, qué tan serias y creíbles son las propuestas de campaña.

Los programas deben ser fiables. Las tesis de candidatos claras y objetivas. Y no es sólo anunciar y predicar la paz con guerrillas. Es propiciar escenarios de convivencia, seguridad y prosperidad.

Y prosperidad viene de equidad, redistribución de renta, acceso a salud y educación, vivienda digna, oportunidades para el campesino, desarrollo agrícola y respeto al trabajo de la mujer.

El lema es creer.