La cumbre
El corralito se amuralla de seguridad para custodiar a los huéspedes de la Cumbre de las Américas. Todo un dispositivo logístico propio de una cita política internacional que vuelve a poner a Colombia a los ojos del mundo. Y eso vale un dineral.
Quiera Dios que no sea un encuentro más, lleno de acuerdos, consensos, compromisos, abrazos, derroche, fiestas y comitivas, pero poco de provecho para los ciudadanos.
Previo al encuentro de mandatarios en Cartagena, algunos jefes de Estado enfilan sus baterías contra la no invitación a Cuba y endurecen sus fobias políticas contra el bloqueo comercial a la isla por parte de Washington.
Otros andan irritados por la presencia ya confirmada del presidente Obama, guste o no, un invitado de alto nivel y fundamental para el éxito político y económico de la Cumbre.
Cada delegación tiene derecho a no querer ver ciertas caras en la cumbre, pero más importante sería asumir un frente común objetivo y audaz contra los flagelos sociales de la pobreza, la desigualdad y el desempleo que hoy devoran las economías ricas y emergentes por igual.
Al Presidente ecuatoriano debería preocuparle más el interés de su pueblo en la cita de las Américas que sus odios contra la Casa Blanca.
Lo fundamental para quienes estamos representados por nuestros presidentes en la Heroica es que se atiendan las principales debilidades de los sistemas democráticos sin ahorrar esfuerzos ni presupuestos.
Los contrastes sociales impulsan cada vez más el choque de trenes en los países desarrollados y emergentes. La furia colectiva en Europa y EE.UU. por los coletazos de la crisis financiera e hipotecaria global también compromete el destino económico de países latinoamericanos que, como Colombia, no son inmunes a la destorcida mundial.
Urge entonces una serie de alianzas para el desarrollo y la prosperidad económicos que vitalicen el empleo, la inversión social, el acceso a la educación gratuita, a la salud pública, a los servicios públicos, a la propiedad y tenencia de la tierra, a la creación de empresa, al crédito bancario para trabajadores, estudiantes y profesionales, a la seguridad alimentaria y a la convivencia pacífica.
Son estas herramientas de desarrollo sostenible con equidad, justicia, deberes y derechos que deberían ser postulados sagrados irrenunciables de la Cumbre de las Américas. El político y periodista Álvaro Gómez Hurtado escribió, según memorias de El Nuevo Siglo, que muchas cumbres registradas en su fecunda vida pasaron sin pena ni gloria, solo con registros fotográficos, abrazos y fiestas. No dejaron nada porque no acordaron nada.