Oscom | El Nuevo Siglo
Martes, 14 de Enero de 2025

Ya con suficiente distancia tras la caída de Assad, vale la pena visualizar lo que puede esperarle al Medio Oriente y por qué se puede considerar a Israel como el verdadero ganador en el jaque mate.

Irán, enemigo número uno de Israel, había creado el Eje de la Resistencia, una cadena híbrida de grupos que, por encargo, tenían la misión de sitiar y atacar al país, evitando así que se le atribuyera la responsabilidad en la agresión.

Cuando el Eje estimó que las condiciones eran ya las más propicias, y que Israel estaba sumido en una insalvable crisis interna, Hamás fue el eslabón encargado del estárter con su ataque del 7 de octubre del 2023.

Pero se equivocaron de lectura. Por resiliencia estratégica, Jerusalén transformó el dolor en energía y unidad, y el Eje no supo coordinar sus esfuerzos, sobreestimando sus capacidades.

Semejante resultado estimuló a los rebeldes sirios de la Organización para la Liberación del Levante (Hayat Tahrir al-Sham, o HTS) para derrocar al régimen de Bashar al-Ásad, dictador hijo de dictador, quien se había mantenido en el poder gracias al uso de armamento químico contra su propio pueblo y al apoyo tanto de Rusia como del antedicho Eje de la Resistencia.

En resumen, una derrota adicional y letal para persas y rusos que, primero, fracasaron en materia de Inteligencia estratégica por no entender lo que se les venía encima y, segundo, fueron incapaces de ofrecer la asistencia militar y enviar tropas a Damasco en el momento apropiado, mucho antes de que se produjera la crisis.

Todo esto significa que el nuevo gobierno sirio, liderado por HTS, tendrá que esforzarse por mantener la unidad ya que de esa coalición hace parte el Ejército Nacional Sirio, una facción financiada por Turquía, cuyos apetitos expansionistas y antiisraelíes saltan a la vista.

Como grandes derrotados, Irán y Hezbolá han quedado, por lo pronto, fuera del tablero, aunque Rusia tratará a toda costa de mantener (al estilo Guantánamo) su base militar en Latakia - Tartus, bisagra al Mediterráneo sin la cual el control que ha logrado en el Mar Negro resultaría absolutamente inocuo.

Por su parte, los vencedores tras bambalinas, Israel y los Estados Unidos, tendrán que convertir el éxito táctico en estabilidad estratégica, empezando por no tener que verse abocados a responder la pregunta, “¿acaso el antiguo régimen era preferible?”.

Pero tan importante como eso, o más aún, será lograr la estabilidad compartida en Gaza, Judea y Samaria, y el Líbano, consiguiendo que Arabia Saudí y la nueva Siria se vinculen a los Acuerdos de Abraham (cuyo gestor y mediador no fue otro que Donald Trump).

Acuerdos de Abraham que, tarde o temprano, terminarán convirtiéndose en la piedra angular de lo que sería una Otan para la región, algo así como una ‘Organización para la Seguridad Compartida en el Oriente Medio’ (Oscom).

vicentetorrijos.com