No sabe uno que pensar por la lluvia de iniciativas venidas de diferentes sectores, encaminadas a lograr una seguridad ciudadana fuerte, duradera y enérgica; movimientos plausibles con intenciones loables pero preocupantes por no concretarse en el meollo del asunto, sino desviar la atención hacia la institución Policía Nacional, como única responsable de caos y desconcierto que se está viviendo, especialmente en las ciudades capitales del país.
Cuando levantan las voces reclamando compromiso estatal por la seguridad, uno piensa que tiene un enfoque general del tema y se anima pensando en un giro universal del concepto, pero al percibirlos como otros tantos, enfocados en la reforma policial, quedamos sorprendidos, desmotivados y petrificados ante tanto desconocimiento sobre seguridad ciudadana.
Tocamos este tema un poco manido, por el comunicado aparecido en las redes sociales, donde la Veeduría Distrital buscando mejorar la seguridad ciudadana, presenta una reforma más a la Policía Nacional, dónde los alcaldes estén comprometidos en las decisiones sobre seguridad, afirmando que con este enfoque se podrá dar paso a una política de seguridad ciudadana posconflicto, e intervenciones enmarcadas en una actitud que atienda el desnivel social, comercial y económico generado por la pandemia. El problema está planteado: una rampante inseguridad acompañada de un gran problema social,-pero la solución desenfocada-, porque la seguridad no es solo policía, existen varios factores que componen el concepto, por ejemplo, esa delincuencia común y organizada, que se venía enfrenado por las autoridades y aún persiste con nuevos ribetes de agresividad; una pandemia sorprendente nunca esperada y contrarrestada sin recursos y muy poco compromiso ciudadano, de la que se espera un futuro rebrote y la migración atendida sin respaldo ni auxilio internacional. Todo esto sumado a esa programada y sorpresiva protesta social, donde todos los ciudadanos de bien sabemos que no fue espontánea.
Las anteriores consideraciones demuestran que se amerita algo más serio y contundente, diferente a una reforma más a la institución. Permítanme algunas aclaraciones, pues cuando hablamos de seguridad nos referimos: la ciudad con el mobiliario, alumbrado, y demás servicios; los ciudadanos, su compromiso, deberes obligaciones y derechos; la policía formada para cumplir una responsabilidad ciudadana, capacitada para defender la vida honra y bienes de los residentes en el país, una admiración capaz de atender en tiempo real las demandas y solicitudes tanto de la ciudanía como de su fuerza pública y necesidades de la ciudad misma y todo si olvidar la justicia, responsable de investigar, disciplinar y castigar los antisociales que día a día amenazan la tranquilidad y estabilidad de la ciudad.
Por último, se habla de Derechos Humanos en la Policía sin saber que, por ser la defensora del ciudadano, desde sus comienzos la policía de los colombianos, está profundamente inmersa en esa disciplina.