P Juan Pablo Menéndez | El Nuevo Siglo
Sábado, 26 de Diciembre de 2015

Y la Palabra se hizo carne

 

 “En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe... Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.

Meditación del Papa Francisco

La Biblia es muy clara: "No había alojamiento para ellos". Me imagino a José́, con su esposa a punto de tener a su hijo, sin un techo, sin casa, sin alojamiento. El Hijo de Dios entró en este mundo como uno que no tiene casa. El hijo de Dios entró como un homeless. El Hijo de Dios supo lo que es comenzar la vida sin un techo. Imaginemos las preguntas de José́ en ese momento: ¿Como el Hijo de Dios no tiene un techo para vivir? ¿Por qué́ estamos sin hogar, porqué estamos sin un techo? Son preguntas que muchos de ustedes pueden hacerse a diario. Y se las hacen. Al igual que José́ se cuestionan: ¿Por qué́ estamos sin un techo, sin un hogar? A los que tenemos techo y hogar son preguntas que nos hará́ bien hacernos también: ¿Por qué́ estos hermanos nuestros están sin hogar, porqué estos hermanos nuestros no tienen un techo?

Las preguntas de José́ siguen presentes hoy, acompañando a todos los que a lo largo de la historia han vivido y están sin un hogar.

Ante situaciones injustas, dolorosas, la fe nos aporta esa luz que disipa la oscuridad. Al igual que a José́, la fe nos abre a la presencia silenciosa de Dios en toda vida, en toda persona, en toda situación. El está presente en cada uno de ustedes, en cada uno de nosotros.

Reflexión

Hoy la Iglesia presenta a todo el mundo su grande y único tesoro: Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, como un niño indefenso. Todos tenemos urgencia de encontrarnos con Él. Las generaciones lo esperaban con ansia. Grandes signos acompañaban su venida. En torno a su cuna se dan cita las virtudes de la humildad, de la sencillez y de la pureza. La riqueza y la pompa del mundo, sin embargo, no lo descubrieron. Por eso, su nacimiento es una fiesta vivida entre contradicciones.

 

Al hacerse hombre, el Hijo de Dios manifiesta su inmenso amor hacia nosotros, ¡verdaderamente sus planes son grandiosos! Esa grandiosidad no la puede descubrir el mundo con sus criterios de placeres fáciles, sus sueños de honra y de poder.

* Catholic.net