P. JUANPABLO MELÉNDEZ | El Nuevo Siglo
Domingo, 6 de Julio de 2014

Sanos no necesitan médico

 

 

Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?» Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

 

Oración preparatoria

 

Señor, yo también quiero dejar todo para estar sólo contigo en esta oración. Concédeme desprenderme de todas mis preocupaciones para poder escuchar y ser dócil a las inspiraciones de tu Santo Espíritu.

 

Petición

 

Señor, cúrame de todo aquello que me aleje de cumplir tu voluntad.

 

Meditación del Papa Francisco

 

Una mirada que lleva a crecer, a ir adelante; que alienta porque hace sentir que Él te quiere; que da el valor necesario para seguirle. Precisamente como ocurrió para el recaudador de impuestos que se convirtió en su discípulo. Para mí es un poco difícil entender cómo Mateo pudo oír la voz de Jesús, que en medio de muchísima gente dice "sígueme". Es más, el obispo de Roma no está seguro de que el llamado haya oído la voz del Nazareno, pero tiene la certeza de que sintió en su corazón la mirada de Jesús que le contemplaba. Y aquella mirada es también un rostro que le cambió la vida. Nosotros decimos: le convirtió.

Después hay otra acción descrita en la escena: En cuanto oyó en su corazón aquella mirada, él se levantó y lo siguió. La mirada de Jesús nos levanta siempre; nos eleva, nos alza; nunca nos "deja ahí" donde estábamos antes de encontrarle. Ni tampoco quita algo: Nunca te abaja, nunca te humilla, te invita a alzarte, y haciendo oír su amor da el valor necesario para poderle seguir... (Cf. S.S. Francisco, 21 de septiembre de 2013).

 

Reflexión

 

Las fiestas siempre son para los amigos. No se invitan a extraños, a pobres, o a mendigantes; al contrario, estos son los que siempre quedan de lado. Cristo, un nuevo amigo que ha llegado a la mesa de Mateo, también ha ocupado un lugar en el corazón del publicano.

Pero como en todas las fiestas judías, también se acercan los fariseos, quienes no han ocupado un lugar dentro del corazón del dueño de la casa.

Lo único que buscan es ver caer al Maestro para poder acusarle en el sanedrín. En cambio lo que Cristo quiere es dar la salud espiritual a quienes lo escuchan. Así siempre está preocupado por los demás, de allí la respuesta a los judíos: "no son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos".

Pidamos a Dios la gracia de la salud espiritual de nuestra alma y la de todos los hombres, para que sea él quien viva en nosotros y nosotros para Él.

 

Propósito

 

Buscar un acercamiento o tener un acto de caridad con esa persona que «me cuesta» aceptar. Fuente: Catholic.net