Palomita ad infinitum | El Nuevo Siglo
Jueves, 22 de Julio de 2021

Cuando sea multimillonario como Richard Branson, Jeff Bezos o Elon Musk, lo declaro bajo la gravedad del juramento, lo último que haría en esta vida sería irme de turismo espacial, por razones morales, pues me parece una falta de consideración y respeto frente a los 1.300 millones de hermanos en condición de pobreza extrema -aguantando física hambre, incluyendo a 22.000 niños que mueren cada día en el globo terráqueo mirando al cielo- a quienes se pretendería fotografiar desde el espacio ultraterrestre, como para registrar la distancia sideral que separa a los viajeros de los más miserables, acto cruel, inhumano e infamante, porque sería como refregarle al miserable su condición, comparándola con la de quienes todo lo tienen y pueden derrochar 300 mil dólares comprando un tiquete para darse una palomita a terra usca ad caelum et at infinitum.

No diría lo mismo de la actitud asumida por los Estados más adelantados en su carrera espacial, porque allí gravitan circunstancias de seguridad nacional, un ejercicio serio de la más profunda investigación científica y el desarrollo de la humanidad entera; cosa que no pasa con los particulares, cuyo accionar no responde a móviles de seguridad, ni a motivos nobles o altruistas, sino a caprichos egoístas que -prima facie- revelan la marcada diferencia entre ultra ricos y ultra pobres, los unos chupando whisky con caviar en naves espaciales de ensueño y los otros rebuscando entre sombras algún mendrugo de pan para evitar ser carne del buitre acechante...

Qué bueno que repasaran en la Biblia la parábola del rico y el pobre Lázaro, el versículo de Mateo quien pone en boca de Jesús: “si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres y tendrás tesoro en el cielo”, y su otra sentencia: “es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja que un rico entrar al reino de Dios”, por cerquita que llegues a estar de Él, como tratando de emular al cosmonauta soviético Yuri Gagarin, primer ser humano en viajar al espacio exterior, a quien le trataron de adjudicar la frase “Fui al cielo y no vi a Dios”, que resultó acuñada por el folclórico y energúmeno Nikita Kruschev, Líder del Partido Comunista, tratando de “pescar” en cielo abierto para hacerle propaganda a su condición de ateo (por la gracia de Dios).

Recuerden que Jesús nació en un pesebre, señores Melchor Branson, Gaspar Bezos y Baltazar Musk y ustedes, antes de huir de la mísera tierra, deben dar ejemplo, no asumir el rol de Reyes Magos Intergalácticos y en vez del derroche sideral procurar seguir en camello (no a lomos de la yegua alada Al-Buraq, de Mahoma) la Estrella de Oriente y oír a Mateo en su admonición “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber ...” ¿Qué tranquilo puede irse uno al espacio dejando el pesebre ardiendo?  

 

Post-it.  Todos vivimos tiempo prestado, querido Roy Phillip Parrish Chacón, compañero javeriano. Pero te nos adelantaste. Dios te guarde en tu viaje al Cielo.