Como discurso político, desde hace muchos años se ha planteado el divorcio que existe entre lo que se ha llamado un país político y el país nacional. Y se ha expuesto esa tesis a manera de revancha, donde lo que se busca que los ciudadanos asuman que sus intereses no pueden ser defendidos por los políticos sino por los ciudadanos directamente, como si al final cuando estos empiecen a tomar posiciones políticas no fueran a pertenecer a ese grupo.
Ese supuesto divorcio se pretende aún que persista y no porque ese sea el problema de todos los males del Estado, sino porque es el discurso que genera más ganancias políticas, se plantea un ellos contra nosotros, los malos contra los buenos, los políticos contra los ciudadanos.
Se sabe que desde la estrategia populista la posición más sencilla y efectiva es culpar de todos los males a los partidos políticos y a quienes los han defendido, sin embargo, si hoy tienen la cómoda posición de poder soñar con la elección y la implantación de su modelo es porque en una democracia responsable esas oportunidades se abrieron y concibieron como alternativa, tal y como hoy se presentan.
En ese orden y listos a afrontar este próximo domingo la primera vuelta presidencial, ese panorama político sigue planteándose en Colombia. Quisieron dividir al país en sus posturas, una que propende por los ideales que nada nos sirve y por ende somos el peor país para vivir en el mundo, aunada a la posición que ha surgido en las últimas semanas de que todos los que no piensan como yo son corruptos. La receta fácil sigue siendo la división y señalar a los demás como culpables de las desgracias sociales de la mano del juego maniqueísta que todos son malos menos los míos.
Lo preocupante es que una vez alguno de estos discursos sea elegido, que puede suceder, de la noche a la mañana no se expedirán las leyes y se determinarán las políticas que nos conviertan en el país más rico y próspero del planeta. Eso es impensable. Tampoco de un día para el otro la corrupción desaparecerá del comportamiento humano como si fuera solo un remoquete impuesto socialmente, seguramente continuará y dé igual forma su persecución.
Por eso elegir propuestas populistas solo traerá más desilusión, falta de confianza, pérdida de credibilidad al sistema y al final todo lo incumplible que se ha prometido, que no soporta en el mundo real algo más allá de un discurso. Se evidenciará que una vez más se engañó a los electores y que las propuestas de un giro total sólo fueron tema de campaña, la división será dentro de ellos mismos y en el afán de demostrar que se pueden hacer locuras, meterán el país en una aventura que puede costar muchos años del progreso y desarrollo que aún nos sostienen como una democracia y como una nación viable en nuestro planeta.