En medio de la incertidumbre generada por sus andanzas en Cuba para favorecer a Nicolás Maduro y el afán por excarcelar delincuentes, el Jefe del Estado ha presentado su penúltimo balance ante el Congreso.
Repleto de sesgos confirmatorios, profecías autocumplidas y estereotipos consumados, el mensaje presenta una visión del país que contrasta con la realidad, precisamente por la abrumadora distancia que se constata entre el ciudadano y la Presidencia.
En efecto, donde el Ejecutivo ve una Colombia en la que se ha "acabado una guerra interna de más de medio siglo", lo que la población percibe es la proliferación de bandas, consorcios criminales, disidencias, pseudodisidencias y redes ilícitas que propagan todas las modalidades de crimen transnacional organizado.
Cuando parece tan persuadido de que "las armas se entregaron a las Naciones Unidas y las caletas están siendo ubicadas y destruidas", se olvida del armamento en posesión de las redes de apoyo, los depósitos en el vecindario y los ejércitos paralelos que se están constituyendo.
Así mismo, cuando se preocupa por mantener intacto su legado al amparo de la "responsabilidad internacional del Estado" olvida que esa responsabilidad no puede sostenerse en acuerdos espurios erigidos sobre el desconocimiento explícito de la voluntad popular y que ninguna negociación puede sobreponerse autoritariamente al veredicto ciudadano.
En semejante lógica, cuando el Jefe del Estado sostiene que, en el diálogo con los voceros del 'No', "mejoró" tales acuerdos, distorsiona lo que todo colombiano sabe: que si en algo los modificó fue en procura del interés de las Farc y en detrimento del interés nacional.
Por otra parte, el Ejecutivo se ufana de que gracias al proceso "se han dejado de perder miles de vidas", cuando lo único que se aprecia es el repotenciamiento del Eln, la amenaza en todas sus versiones y nuevas formas de criminalidad que van más allá del combate contra la Fuerza Pública, así que bien haría el Presidente en reflexionar sobre 'El Niño 44' de Tom Rob Smith y ponerle límite a su fabulación fantástica de que 'no hay crímenes en el paraíso'.
Por último, al tratar de amortiguar sus falacias, las acrecienta, cuando afirma que él es "el primero en reconocer que la inseguridad sigue siendo un factor de preocupación para los colombianos", pero al mismo tiempo les pide a los ciudadanos que se "olviden de él", como si la rendición de cuentas no existiera.
De hecho, cuando trata de evadir la realidad, ofreciéndose a "entregar gustoso hasta el último punto de la popularidad que le queda", su cinismo llega al paroxismo y, por tanto, obliga a preguntar: ¿acaso dentro de un año le quedará algún punto que ofrecer?