Una de las noticias políticas de la semana fue la reunión de Gustavo Petro con el Papa Francisco. Reacciones de crítica a la iglesia y manifestaciones de envidia un poco grotescas por parte de los opositores al candidato no se hicieron esperar. Pero, ¿qué es lo que hay detrás de esa reunión? No es lo que han querido vender algunos sectores asegurando una intención conspirativa por parte de Bergoglio de querer imponer sistemas políticos de izquierda en América Latina. No, la razón por la cual la reunión fue aceptada por la Iglesia Católica es por su interés en el proceso de paz con el Eln y, lamentablemente o no, pareciera ser Petro el único candidato capaz de llevarlo a cabo con certeza.
Es solo hacer un análisis detenido de los hechos recientes para darse cuenta de que esa es la razón por la cual, en medio de una campaña muy ágil a nivel internacional, el candidato logró una reunión que le suma muchos puntos a su campaña. En la declaración oficial de quienes manejan las comunicaciones de Petro, se dijo que -la conversación entre el candidato y el Papa había girado principalmente alrededor de una solución a la violencia en Colombia- y eso implica necesariamente la salida negociada al conflicto, según la visión de la actual administración de la Iglesia Católica.
Así mismo, sería inteligente recordar que la Iglesia ha tenido miembros de sus filas integrando las del Eln a lo largo de la historia de ese grupo armado. De hecho, es bien sabido y no porque tenga relación lo uno con lo otro, que el nuncio apostólico en Colombia, el argentino Luis Mariano Montemayor, ha sostenido reuniones con varios de los candidatos a la presidencia planteándoles abiertamente el interés de la Iglesia en esa negociación. Recordemos que el propio nuncio ha sido cercano a explorar un posible dialogo con esa guerrilla.
El protagonismo político de la Iglesia Católica a lo largo de la historia ha sido innegable, por eso aquellos que dicen que la Iglesia rompió su tradición de no involucrase en las contiendas electorales pareciera que no la hubieran leído. Durante muchas décadas en los países que fueran colonias españolas -como el nuestro- los candidatos presidenciales eran escogidos desde los púlpitos de la iglesia o con su beneplácito. Así que es una soberana tontería lo que aseguran algunos de que la Iglesia no se mete en política. Pues a pesar de ser una institución religiosa y espiritual no se le puede desligar de su rol como Estado Vaticano. De hecho, cada cuatro años tenemos a sacerdotes en zonas rurales y urbanas de Colombia influyendo en el voto de sus feligreses. Hay una máxima que no podemos olvidar: no se puede separar en la historia de la humanidad religión y política.