Memorable año el de 1999 en Italia, cuando brotó de la tierra un movimiento anti-telúrico: el Cittaslow (ciudad, en italiano, lento, en inglés) que subyace primariamente en la filosofía del slow food, para contraponerlo al fast food, apuntando a lo natural, orgánico, saludable (aunque, confieso, sin hamburguesa y sin pizza no hay paraíso) y a lo elemental y bueno, extensible al mejoramiento de la calidad de vida en las ciudades pequeñas y a la promoción de un medioambiente sano. Y nuestro orgulloso pueblito Pijao, Quindío, de casi siete mil habitantes, enclavado en la Cordillera Central, a menos de una hora de Armenia, es el primero del continente en hacer parte de la lista de la selecta membresía Cittaslow, a la que pertenecen cerca de 150 ciudades del mundo.
Fui a conocerlo hace pocos años, de la mano de la “mamá” de la franquicia de la marca Cittaslow, Mónica Flórez, comunicadora e investigadora etnográfica, pila como su hermano Juan Carlos, exconcejal de Bogotá (y alguien me dijo que dizque era pariente de Vladimir Flórez, un excelso caricaturista antiuribista, como para enmarcar). Mónica se fue temprano a vivir al exterior y, espantada por el desbocado ritmo de las grandes urbes del mundo, decidió regresar a su terruño pijaense y desarrollar su idea de convertirlo en la primera ciudad desacelerada de Colombia, empezando por embellecer sus fachadas.
Y ahora, cuando nuestras grandes ciudades se volvieron peligrosas e invivibles por cuenta del paro salvaje de “largo aliento”, regresa a mi memoria este pueblito y añoro la paz de sus sepulcros, su tiempo congelado, su paso lento y tranquilo, como perdonando el viento frío de la montaña, y su vista mágica desde la plaza central al contemplar ese páramo majestuoso donde nace y por donde serpentea el río Lejos, por estos días alborotado, en contubernio con la quebrada El Inglés, azotadas sus aguas otrora cristalinas por el General Invierno, que muestra sus botas y charreteras y se ensaña contra el noble paisaje cafetero.
En tiempos pre-Uribe, Pijao y su vecina Génova, lugar de nacimiento del señor Tirofijo, protagonista de las peores películas de terror de este país, tales municipios eran una especie de finca de paso de las cuadrillas de las Farc donde se “ganaban el pan con el sudor de sus Frentes 50 y 21”, defendiendo esos corredores de movilidad entre el Valle del Cauca, Tolima y Quindío. Era tierra de nadie, hasta que la Seguridad Democrática la rescató y ahora está convertida en una verdadera “Recuca” (recorrido de la cultura cafetera), de amplia proyección turística, pero cuidándose de que en punto de Pijao no sea una expresión masiva e intensiva, porque puede perder su condición de desacelere y baste decir que hasta los bafles de las pocas discotecas que existen trabajan con silenciador para no perturbar la calma de los parroquianos y crecientes inmigrantes. Pijao, “chi va piano, va sano e va lontano”.
Post-it. Triste forma de celebrar el día internacional del abogado para nuestros grandes contertulios Luis Ignacio Andrade y César Augusto Jaramillo (primo hermano), abogados litigantes, en una lucha desigual contra el covid. ¡Con Dios, este caso lo ganaremos!