Con la aparición del Presidente Duque una madrugada, con casaca verde eléctrico de la policía, se llegó a pensar que se trataba de una de esas apariciones que los políticos populistas utilizan para captar pueblo y atesorar votaciones.
Era un tétrico amanecer oloroso a muerte y regado de sangre en un CAI de barriada bogotana. Allí se había protagonizado una criminal acción de varios policías que no toleraron la presencia de un ciudadano, que celebraba con amigos cualquier momento de sus vidas.
La divulgación del hecho inundó medios y redes porque, sin que importara a los febriles agentes, este fue registrado por las usuales cámaras que hacen parte de los celulares modernos.
Se dieron toda suerte de versiones por parte de la policía, que cada vez confundían más a la opinión pública, que reclamaba castigo ejemplar.
En la mente de la gente, que en estos casos traga menos entero, se multiplicaban las críticas a la gendarmería que conforma los cuerpos policivos. Crecía el clamor por una reforma radical. Inclusive se pedía que pasara a depender del Ministerio de Interior, como suele suceder en casi todos los países.
El Presidente y su titular de Defensa le daban vueltas al tema, buscando una solución que permitiera innovar, corregir, transformar, o eso que tenemos que hacer con el país después de la pandemia: reactivar el cuerpo policiaco.
Pasaron muchos días y la cosa seguía igual. La encrucijada envolvía la policía. Inclusive se conocieron corrupciones con dineros para ciertas construcciones, que se disipaban, porque a los encargados de las averiguaciones, los enviaron a interminables vacaciones. El Jefe del Estado, no aguantó más. Encomendó al Ministro Trujillo acelerar las tareas de renovación y ordenamiento de los verdes. Era necesario actuar con firmeza y rapidez. Todos los frentes necesitaban remedio. Hurgaron y revolvieron trayectorias y hojas de vida de los mejores, sobresalientes, correctos y destacados hombres -que los hay los hay- para encomendarle el saneamiento del cuerpo en el cual descansa la tranquilidad de una nación. Se debía recuperar la confianza y alejar el temor de la ciudadanía cuando tenga que acudir a su policía. El uniforme que vistió Duque esa madrugada, debía enorgullecer a sus portadores, despertarles la fe, la ilusión y la fidelidad.
Un alto oficial y un puñado de subalternos, encajaron en el esquema trazado por Duque y Trujillo. Eran dignos del verde eléctrico que los arropa y llenan las exigencias para que, a partir del 23 de diciembre, recuperen la policía colombiana. Jorge Luis Vargas será el encargado. Un hombre, un general experto en inteligencia, que tanta falta le hace a la institución, debe portar el estandarte de la nueva policía, que ojalá, marche al lado de la civilidad y la comunidad. Que la droga y sus crímenes, sean controlados por otro cuerpo. Esa es la policía que reclaman los colombianos.
BLANCO: Feliz Navidad para esta patria.
BLANCO: ¡Tapabocas, lavado de manos y aislamiento!