Cuando los partidos no interpretan a la gente ella se moviliza por su cuenta y riesgo. Esto ha sucediendo en las últimas semanas, los paros y las marchas de protesta se enfilan contra la clase dirigente. Los electores votan en favor de personas, no por partidos que se han resignado a la organización de comités electorales para allegar votos, olvidando la situación nacional.
Hay algo común en el resultado de las encuestas sobre los motivos de descontento comunitario: El descredito de la política, de los políticos, de las autoridades y de las instituciones, me temo que la conversación nacional convocada por el presidente Iván Duque, conforme una Torre de Babel, con confusión de lenguas. Así se acepte reversar medidas económicas, adquirir compromisos, pactar reformas, la actividad política reducida a la acción electoral todo lo agrava.
Los problemas de muchos años, algunos provenientes de la época colonial, le cayeron al mandatario quien ha asumido el papel de para rayos; sin embargo, los reclamos se incrementan porque la crisis toca con la democracia y el clientelismo. Esta es realidad protuberante, en lugar de avanzar hacia la solución de las dificultades lo primero que se le ocurre a algunos miembros de la clase dirigente es una solución electoral, la convocatoria de una constituyente para que otra vez los colombianos participemos en nueva elección y nos dediquemos a la escogencia de constituyentes bajo la premisa equivocada de que si reformamos la Carta saldremos del atolladero.
Me parecía graciosa la descripción que hace décadas formulara el genial actor y cómico Grocuho Marx de que “La política es el arte de buscar problemas, hacer un diagnóstico falso y aplicar remedios incorrectos”. Ahora comprendo que se trata de profunda consideración filosófica, la dimensión de los males no hila con dicho criterio. Cambiar la estructura de los partidos, convertirlos en colectividades de masas no se consigue de la noche a la mañana, pero aún con la presente urge que los cuadros parlamentarios se pronuncien como partido, acepten que no están en la conversación nacional sino en la electoral. Quienes agitan cacerolas y lanzan gritos destemplados antes que más comicios, buscan no solo que los oigan, piden la corrección de errores, la recuperación de la confianza en el gobierno, ver la unidad del mismo, la respuesta adecuada al clamor comunitario demorada por la tozudez de funcionarios distanciados de las necesidades populares, aduciendo que son técnicos.
Se requiere la incorporación de partidos que se comprometan en una gran empresa de innovación social, de personas dispuestas a trabajar por el cambio social en posiciones claves, reconociendo que en el equipo actual hay quienes reúnen condiciones de tal naturaleza.