La ola de escepticismo que invade a Colombia hace especialmente difícil el ejercicio político. Estamos ante un pueblo que ha perdido todas las certezas: a la impopularidad del Jefe del Estado hay que sumarle el desprestigio de las Cortes de Justicia y la descomposición de las Cámaras Legislativas, las cuales han perdido su función de intermediarias entre la ciudadanía y el poder central. Pocas de las administraciones regionales son ajenas al aprovechamiento doloso del erario público y al nepotismo sin atenuantes. Para colmo de males, la economía neoliberal hace aguas. Ya nadie cree en los ríos de leche del porvenir que se ofrecen para torear las desventuras del presente.
La desigualdad de la sociedad contemporánea crece tanto o más que las ganancias de los financistas que le apuntan a la especulación y frenan el desarrollo social de las naciones. Este fenómeno ha sido denunciado tanto por Piketty como por Paul Mason, quien afirma que al lomo de las redes sociales y las nuevas tecnologías, ya estamos en el poscapitalismo, que “Tendrá que basarse en micromecanismos y no en decretos ni macro políticas… Y tendrá que operar en forma espontánea”. También, Marina Garcés, desde la filosofía, nos describe el momento angustioso que vivimos: “Ahora vemos como se terminan los recursos, el agua, el petróleo y el aire limpio, y como se extinguen los ecosistemas y su diversidad”.
Entrar en tal escenario de complejidades para competir por la Presidencia de la República requiere vigor conceptual, fibra de combatiente y decisión de construir el futuro. Son virtudes que se aprecian en Marta Lucia Ramírez, Iván Duque y Alejandro Ordóñez. El acuerdo para la consulta en marzo11/18 es una puerta que se abre a la esperanza. Marta Lucia es una estadista lúcida, probada y activa. Iván Duque se consagró en el Senado por sus corajudos debates y su visión moderna de la economía. Es el portavoz de una nueva generación que se asoma al poder. Alejandro Ordóñez, un adalid de la derecha, centra su mensaje en la defensa de la familia colombiana.
Seamos conscientes de que la sociedad de la desesperanza busca alternativas inesperadas. Eso explica que las encuestas señalen a Fajardo y Petro en los primeros lugares. Es un reto al que hay que responder descifrando la voluntad popular para elaborar el mensaje y organizar la campaña. Es hora de comprender que con el fin del bipartidismo las alianzas de afines deciden las victorias. No basta la autosatisfacción de las candidaturas. Hay que ganar la Presidencia de Colombia.
En el amplio espectro de la centro-derecha, Germán Vargas guerrea con propiedad por su experiencia como hombre de gobierno exitoso, controvertido y audaz. Su programa ha sido elaborado con juicio y conocimiento del país. En las votaciones sobre la JEP, a finales de la legislatura pasada, su partido, Cambio Radical, coincidió con el Centro Democrático y con el Partido Conservador, otro de los protagonistas importantes de la política colombiana. Se perfiló, entonces, una necesaria gran alianza de a la que llegarían las bases históricas del Liberalismo y de la U. Hay que despejar el horizonte.