Abrir colegios por el bien de los niños es indispensable. Mantenerlos cerrados presenta un gran riesgo para los pequeños de primaria y los adolescentes de secundaria. Sobre todo, para aquellos de las clases menos favorecidas que encuentran en sus colegios no sólo la capacidad de prepararse para romper el círculo de pobreza, sino que reciben, por lo menos, una comida gratuita al día. Además, en sus horas de colegio están protegidos de muchos peligros que podrían presentarse en sus hogares.
Naturalmente, a todos nos preocupa que los niños regresen al colegio cuando en Colombia los casos de contaminación y muerte, por razón del covid-19, continúan aumentando. Pero las estadísticas de las organizaciones mundiales están de acuerdo en que las posibilidades de contaminación entre los menores de 10 años son ínfimas, lo mismo que las posibilidad de que lleven el contagio a sus hogares.
Igualmente, las estadísticas muestran cómo la violencia intrafamiliar ha aumentado, aterradoramente, durante la pandemia; afectando, especialmente, a niños y mujeres. La convivencia forzada en lugares pequeños, y carentes de comodidades es dura y muchas veces lleva a insultos, amenazas y golpes.
Cuántos niños se han visto obligados a quedarse solos en sus casas, corriendo toda clase de riesgos, porque sus padres deben salir a trabajar, en un momento en el que tener un trabajo es un “lujo” escaso. Cuántos niños se quedan sin comer porque sus padres forman parte del creciente grupo de desempleados, que no parece tener pronta solución. Cuántos son enviados a la calle, al rebusque de comida, o limosna, o algún indeseado, o peligroso trabajo.
Por todo esto, es incomprensible que los maestros de Fecode se opongan a comenzar clases. Colegios y escuelas son la primera línea de defensa del niño cuando la familia está en crisis y el Coronavirus ha puesto a las familias en crisis.
Y qué de la educación virtual actual. Entre las clases menos favorecidas son pocos los que cuentan con computadores, tabletas o buena conexión de internet para recibir sus lecciones. Algunos lo podrán hacer vía sus teléfonos celulares, si tiene como pagar planes de datos.
Pero quien ayudará a estos niños a entender las clases virtuales y a hacer las tareas. La mayoría de los padres o abuelos no tiene el tiempo o la preparación necesaria para hacerlo.
Peor aún, el profesorado, en su mayoría, no estaba preparado para dictar clases virtuales. Esta pandemia los cogió por sorpresa. Además, el costo de los equipos que los colegios deben instalar con este propósito es alto y la tecnología difícil. El profesorado debe actualizar sus conocimientos, que toma tiempo y mucho esfuerzo. ¿Será esto lo que teme Fecode?
Tuve que participar por tres meses en la educación virtual de mi nieto de 7 años, mientras sus padres trabajaban. Les aseguro que aunque tenía tableta, buena conexión de internet y mi ayuda, fue extremadamente difícil. La educación virtual para pequeños y adolescentes deja mucho que desear, aún en las mejores circunstancias. De ahí la altísima deserción estudiantil actual.
El costo para los niños menos favorecidos de no asistir al colegio es enorme. El Banco Mundial considera que sus posibilidades de salir de la pobreza disminuirán sustancialmente.
Es indispensable abrir los colegios el próximo semestre; tomando toda clase se prevenciones.