Por monseñor Jesús Sanz Montes | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Noviembre de 2014

El vino de la vida

Se   celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: "No tienen vino". Jesús le responde: "¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora". Dice su madre a los sirvientes: "Haced lo que él os diga". Había allí 6 tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: "Llenad las tinajas de agua". Y las llenaron hasta arriba. "Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala". Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: "Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora". Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales.

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Meditación del Papa

El nuestro es un tiempo no fácil, sobre todo para vosotros los jóvenes. La mesa está repleta de muchas cosas deliciosas, pero, como en el episodio evangélico de las bodas de Caná, parece que haya faltado el vino de la fiesta. Sobre todo, la dificultad de encontrar un trabajo estable extiende un velo de incertidumbre sobre el futuro. Esta condición contribuye a dejar para más adelante la asunción de decisiones definitivas, e incide en modo negativo sobre el crecimiento de la sociedad, que no consigue valorar plenamente la riqueza de energías, de competencias y de creatividad de vuestra generación.

Falta el vino de la fiesta también a una cultura que tiende a prescindir de claros criterios morales: en la desorientación, cada uno se ve empujado a moverse de forma individual y autónoma, a menudo solo en el perímetro del presente. La fragmentación del tejido comunitario se refleja en un relativismo que oculta los valores esenciales; la consonancia de sensaciones, de estados de ánimo y de emociones parece más importante que compartir un proyecto de vida. También las decisiones de fondo se vuelven frágiles, expuestas a una perenne revocabilidad, que a menudo se considera expresión de libertad, mientras que señala más bien su carencia. Pertenece a una cultura privada del vino de la fiesta también la aparente exaltación del cuerpo, que en realidad banaliza la sexualidad y tiende a hacerla vivir fuera de un contexto de comunión de vida y de amor. (Benedicto XVI, 11 de septiembre de 2011).

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Reflexión

Hoy el Evangelio nos lleva de boda. Será el primer signo de Jesús el que allí se ofrecerá. San Juan ofrece su relato evangélico desde el hilo conductor de la "hora". Todo cuanto él ha recogido sobre Jesús, tiene como finalidad llevar al lector a la contemplación de la entrega suprema de Cristo, verdadera "hora" en la que el Señor dará por terminado cuanto el Padre le había confiado: "todo se ha cumplido" (Jn 19,30). Por eso Jesús se resiste a que nadie modifique su "horario" redentor: se explica así que en el relato de las Bodas de Caná, Jesús diga a su madre: "mujer déjame, porque todavía no ha llegado mi hora" (Jn 2,4). Fuente: Catholic.net