POR P. OCTAVIO ORTIZ | El Nuevo Siglo
Viernes, 19 de Agosto de 2011

Dar gloria a Dios

PRIMERA:  Is 22,19-23; Salmo 137; Segunda: Rm 11, 33-36;
Evangelio: Mt 16, 13-20.


Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. La confesión de Pedro en el evangelio concentra nuestra atención este domingo. Pedro menciona dos verdades fundamentales: la mesianidad y la divinidad de Jesucristo. Es decir, Él es el Mesías, el que había de venir para salvar al pueblo, el ungido del Señor; y Él es el Hijo de Dios. Jesús se dirige a sus apóstoles y les pregunta: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Los apóstoles responden, sin demasiado compromiso, lo que la gente pensaba de Jesús: unos decían que era Juan el Bautista, otros que Jeremías o alguno de los profetas. En efecto, Jesús ya había realizado varios milagros y había ofrecido diversas predicaciones, su fama empezaba a extenderse. Sin embargo, Jesús desea saber cuál es el pensamiento de sus hombres: Y vosotros ¿quién decís que soy yo?


La pregunta toca la esencia misma de la relación entre Jesús y sus discípulos. De esta respuesta depende el significado de sus vidas. De esta respuesta depende el sentido del sacrifico que habían hecho al dejar sus bienes y ponerse en seguimiento del Maestro. No era, por tanto, una respuesta que se ofrece a la ligera y de modo superficial. Había que meditar antes de hablar.


¿No es verdad que nosotros, como los apóstoles, tenemos que purificar nuestra concepción sobre Cristo, sobre su misión, sobre su seguimiento? En el fondo, se trata de descubrir el sentido de la misión de la propia vida, el sentido de la donación por amor en el sacrificio, el sentido del amor a la verdad para dar gloria a Dios y a los hombres. Da gloria a Dios, éste podría ser el lema de la vida del cristiano.


El mundo actual también encuentra dificultades para comprender la divinidad de Cristo. En el común de los creyentes parece oscurecerse esta verdad fundamental de nuestra fe. Es necesario que nuestra predicación ayude a las personas a descubrir la maravilla del plan divino y la profundidad de la encarnación. Dios, en su inmenso amor, quiso hacerse uno como nosotros, para llevarnos al Padre.


La liturgia de hoy nos invita a incrementar nuestro amor y adhesión al Papa. Veamos en él al Buen Pastor, veamos en él a la roca sobre la que se edifica la Iglesia, veamos en él a quien posee las llaves del Reino de los cielos. No lo dejemos solo en su sufrimiento por la Iglesia, acompañémosle con nuestra oración y también con nuestro sufrimiento y con nuestra acción apostólica. Que el Papa, sucesor de Pedro, pueda contar también con nosotros para la “nueva evangelización”. /Fuente: Catholic.net