Apenas horas antes de su intervención ante el Congreso Nacional de Ganaderos, me enteré de que, en ella, el presidente Petro me solicitaría hacer parte de la delegación del Gobierno en las negociaciones con el Eln en Caracas. ¿Por qué acepté?
Inicialmente, respondo con otra pregunta: ¿Cómo negarme? Acababa de firmar un acuerdo con el Gobierno para la compra de tierras, como parte de su promesa de cumplir con la Reforma Rural Integral pactada con las Farc; y adicionalmente, habíamos ratificado nuestras coincidencias sobre las posibilidades de Colombia como potencia agroalimentaria y sobre la necesidad de recuperar el campo como condición para la paz; ¿Cómo negarme entonces a participar en unas negociaciones “de paz”?
De incoherente me tildarán quienes se preguntan, sin mayor análisis, por qué con Santos no y con Petro sí. Primero, porque Santos nos traicionó a sus electores, pues ofreció una cosa e hizo otra. Segundo, por mi oposición a que se negociara la reforma del campo con quienes lo habían destruido, y a espaldas de la población rural y del sector agropecuario. Y tercero, porque las negociaciones con las Farc buscaban -y lo lograron- transformar el Estado para garantizar impunidad y justificar políticamente sus crímenes.
Petro, por el contrario, ofreció negociar con el Eln. No sabemos aún qué quiere, pero nunca superará las exigencias de las Farc y, dentro de lo que alcancé a percibir en el primer encuentro, sus propuestas van más en la dirección de lograr una mayor participación de la sociedad en la construcción de una mejor democracia, que impliquen transformaciones institucionales, pero no para su beneficio, sino para buscar la paz sin olvidar a las víctimas. En suma, son más “idealistas”, si se quiere, sin que ello, por supuesto, justifique su violencia.
También puede parecer incoherente que el esposo de María Fernanda Cabal, una figura de la oposición al Gobierno, pero además miembro reconocido del Centro Democrático y presidente de un gremio percibido como “de derecha”, haga parte de una negociación con el Eln. Jorge Visbal, también reconocido por su posición de derecha y también presidente de Fedegán, participó durante el gobierno Samper en negociaciones con los mismos elenos de hoy, en Maguncia, Alemania (1998).
Pero más allá de esas acusaciones, predecibles, por demás, yo me debo a Fedegán y al gremio ganadero. Durante su Congreso Nacional, cerca de 2.000 ganaderos aplaudieron la invitación audaz del presidente, y luego, en la sesión estatutaria, los delegados con derecho a voto, que constituyen la máxima asamblea de Fedegán, aprobaron mi participación por unanimidad.
Más allá de esas acusaciones, me debo al país y atenderé también el consejo del expresidente Uribe, de que “es mejor estar que no estar”, pero estar asertivamente, por eso importa aclarar, no tanto en qué condición voy a Caracas, sino con qué actitud, con qué equipaje. Con el de siempre es la respuesta. Todo lo que pienso, lo escribo y lo hago público semanalmente desde hace más de treinta años. Ni como persona ni como dirigente gremial, como le reiteré al presidente Petro, he cambiado mis principios…, y no los cambiaré en la mesa de negociaciones.
Es más, creo que al Gobierno le sirve esa voz, no disonante, sino que marque diferencias y contrastes, ni unanimista ni contradictora por que sí, que no es mi talante. Llegaré a plantear posiciones con independencia y respeto, y a llenar la mesa de propuestas para un mejor país, a partir de la recuperación del campo, porque si al campo le va bien…, a Colombia le irá mejor, algo que el país no ha querido entender y, por eso…, estamos como estamos.
@jflafaurie