¿Por qué no romper ventanas? | El Nuevo Siglo
Lunes, 7 de Septiembre de 2020

Es tan superficial y obsoleta la división del espectro político entre izquierda y derecha que, en Colombia, la única pregunta que surge ante el manejo de las finanzas públicas es cuál de los dos bandos asume posiciones más extravagantes. Mientras que la izquierda quiere gobernar para aumentar la deuda y el gasto estatal, la derecha ejerce el poder para hacer exactamente lo mismo.

Desde el lado uribista, por ejemplo, Rafael Nieto afirma que asumir más deuda es indispensable porque “el gasto del Gobierno es el único que puede empujar la generación de empleo”. Aparte de que contraer más deuda hoy requiere extraer más impuestos mañana; esta afirmación apunta al elemento visible de la separación entre “lo que se ve y lo que no se ve” que describió el economista Federico Bastiat.

Así como romper ventanas deliberadamente genera actividad económica y hasta empleos porque todo vidrio roto debe ser reemplazado, gastar fondos públicos para crear nuevos puestos de trabajo da la sensación de bienestar a través de nuevos salarios y más demanda de bienes y servicios.

Lo anterior se ve sin el mayor esfuerzo. Sin embargo, lo que no se ve es mucho más importante. Quien le paga al vidriero para reemplazar una ventana rota deja de ahorrar o de invertir esa suma en cualquier otra cosa, como unos zapatos del mismo costo. Mientras que el vidriero se beneficia de la transacción, su cliente ha perdido el equivalente del valor de una ventana. Y el zapatero, aunque ha sido invisible en la transacción, perdió los ingresos de un par de zapatos.

Bastiat concluye que “la sociedad pierde el valor de las cosas que se destruyen sin necesidad”. Lo mismo ocurre en el caso de los empleos creados visiblemente a través de alguna obra pública. Lo que no se ve en este caso son las incalculables transacciones, inversiones y empleos que crearían los individuos si fueran libres de usar sus recursos según su criterio en vez de verse obligados a entregárselos al Estado.     

“Una obra pública es una moneda con dos caras”, escribe Bastiat. Del lado visible hay un trabajador empleado, del lado invisible uno desempleado. Es más, mientras que el costo y el número de empleos que genera una obra pública se miden con facilidad, la generación privada de riqueza y de puestos de trabajo que impide su ejecución puede ser exponencialmente mayor.    

Sin excepción, el gobierno que gasta para generar trabajo debe acudir a la planificación central por parte de políticos y burócratas. Nieto inclusive argumenta que el gasto debe “concentrarse en la infraestructura civil y en la construcción de vivienda, sectores de mano de obra intensiva”. Dicha propuesta revela el consenso keynesiano en acción y apunta a la falsa creencia en el éxito del New Deal rooseveltiano.  

Lo último que necesita Colombia es más dirigismo económico. Por el contrario, ahora es el momento de practicar el conservadurismo fiscal, recortar los impuestos con contundencia y desencadenar las fuerzas creativas y espontáneas del mercado.