¿Por qué, de los 34 millones de colombianos aptos para votar el plebiscito, 22 millones no lo hicieron? ¿Acaso, no les importó algo tan trascendental como era aprobar o desaprobar los acuerdos firmados en La Habana entre el Gobierno y las Farc?
Siempre he criticado que se diga que los colombianos hemos sido indiferentes a lo ocurrido en esta guerra. Pienso que todos llevamos incrustado en el alma cada acto de terror, cada crimen, cada muerte o desaparición. Pero, quizá, esta indiferencia de los votantes prueba que estoy equivocada.
Sé que algunos pocos no votaron por razones concretas y validas; así lo manifestaron en medios y redes sociales. Su abstención, la cual no fue por indiferencia, pereza, ignorancia o miedo, es muy respetable.
Es claro que el tarjetón del voto debería haber contado con una tercera casilla en la que se pudiera votar en blanco. Eso habría dado la posibilidad de que se manifestaran aquellos molestos por la limitante pregunta de Sí o el No, por la manera como el proceso del plebiscito fue aprobado, por las mentiras y exageraciones de los partidarios de una u otra postura.
Pero, ¿Por qué la mayoría no votó? ¿Por qué no votan de tiempo atrás? La abstención del 62. 2% en el reciente plebiscito ha sido la más alta en los últimos 22 años; solo fue mayor en 1964, (66.2%.) durante la contienda para presidente entre Andrés Pastrana y Ernesto Samper.
En 2013, la Universidad Sergio Arboleda realizó un estudio donde se confirmó que: “Colombia es el país con la mayor abstención en la región”. Esto plantea un problema grave de nuestra democracia: pone en duda su misma existencia.
Hoy, luego de que solo el 37. 43% votó en el mal llamado “Plebiscito por la Paz”, se podría sostener que tal resultado, con una participación tan baja, no fue un ejercicio democrático vinculante; más aún, cuando el voto obtenido dividió a los escasos votantes casi por la mitad: 50.21% voto por el No y 49.48% por el Sí.
Este resultado dejó claro que es una la minoría la que decide en Colombia.
¿Qué pasó con la mayoría? Fue la lluvia, la pereza, aseguran unos. Conclusión equivocada y simplista. No, el problema es mucho más grave. Y los colombianos no podemos seguirnos mintiéndonos. La abstención de la mayoría amenaza la estabilidad de nuestra democracia. Por lo tanto es urgente analizarla y corregirla.
Esta apatía existe porque los partidos perdieron su liderazgo. La corrupción ha vuelto obsoleto el voto. El voto comprado por los caciques políticos ha minado la responsabilidad del pueblo. Hoy el pueblo piensa que, entre tantas mentiras, promesas falsas y “mermelada”, su voto no sirve para nada.
Quizá el pueblo tenga razón. Por eso, ignorar el resultado del plebiscito sería gravísimo.
El verdadero reto de la clase política es recuperar su credibilidad, su dignidad, su liderazgo. En momentos como estos, surgen grandes líderes. ¿Serán capaces los políticos y el gobierno de medírsele a este desafío? El tiempo apremia. La democracia lo demanda.
Coda. Me gusta el Nobel de Santos; dará impulso a la continuación de las negociaciones para obtener un mejor acuerdo, respetando el resultado del voto popular.