Durante 2022, me resistí a escribir sobre las criptomonedas. Me abstuve porque es un tema que genera muchas pasiones. Los defensores de las cripto son más vehementes que los seguidores del K-pop y mire que eso ya es mucho decir. Mientras que los detractores son más moderados, pero igual de apasionados.
Para las criptomonedas, el 2022 fue un año de pérdidas irreparables. La mayor pérdida, quizá, fue la reputacional. En unos pocos meses, pasó de todo: se hundió valor del bitcoin y las demás criptomonedas, grandes empresas del sector como Celsius, Three Arrows Capital y BlockFi se han declarado en quiebra. Y capítulo aparte para el tristemente célebre FTX.
FTX fue una empresa que creció en muy poco tiempo, de la mano del carismático Sam Bankman-Fried, también conocido como el rey del cripto. Esta organización cayó en desgracia por dos razones grandes: la contracción económica que nos está apaleando a todos y porque no tenía el respaldo económico suficiente para todas las transacciones que hacían sus usuarios.
Según documentos judiciales publicados, FTX actualmente les debe a sus 50 acreedores más grandes casi US$3.100 millones. Recientemente, se declaró en bancarrota y todos sus inversores/usuarios se quedaron viendo un chispero y con un hueco grande en sus bolsillos.
Hasta ahí lo noticioso. Pero ¿por qué considero que la mayor pérdida de este novedoso sector tiene que ver con la reputación? Por una sencilla razón: la economía, cualquier economía, se mueve al ritmo de un valor muy humano: la confianza. Cuando tu confías en un activo, en una acción o en un negocio sueltas la plata para que crezca o se produzca. Ahora, cuando pierdes la confianza, lo pierdes todo en el mundo de la economía.
El analista Adam Lashinsky escribió algo poderoso para el Washington Post: “el estallido de la burbuja de las criptomonedas terminará de la misma manera que lo han hecho otras modas especulativas: con una estela de escombros entre compañías, continentes e inversores desafortunados”.
Para este servidor, lo de las criptomonedas es lo más parecido a la crisis del Tulipán, que es considerada como la primera burbuja económica en la historia de la humanidad. En Países Bajos hubo un frenesí por comprar y vender tulipanes. Los compradores lo veían como algo exótico y único. De un momento a otro, todos se dieron cuenta que el tulipán era una flor como cualquier otra y su precio cayó. Y se llevó a todos esos inversionistas que se endeudaron para la compra y venta.
Pasa lo mismo con las criptomonedas. Todo indica a que los propios inversionistas se están dando cuenta que estas monedas digitales no tienen un respaldo real en efectivo o bienes y el número de transacciones cayó como el coco de una palmera. El miedo que tengo es que este doloroso estallido nos condené a todos a una recesión todavía más traumática en este durísimo 2023.