El paro que están llevando a cabo algunos de los empresarios que manejan el transporte de carga por carretera ha vuelto a poner de presente el concepto de protesta pacífica. Frase que en Colombia no es más que un eufemismo.
El nuestro debe ser el único país donde la gran mayoría de las protestas se organizan con el deliberado propósito de agredir y producir daño a las personas o a las cosas. Es común que un grupo de personas que se atraviesan en la calle para impedir el tránsito de los buses de Transmilenio o hacen barricadas para el efecto, se quejen de que la Policía o el Esmad los desaloje a las malas. Y se muestran asombrados a que no se les permita ejercer su derecho a la protesta pacífica, pintando paredes, rompiendo vidrieras o lanzando piedras y papas explosivas a los policías.
¿De dónde nos viene semejante deformación del derecho a la protesta? ¿Por qué, por ejemplo, los camioneros deciden levantar a piedra a cualquiera que intente trabajar y aún sorprendidos en plena agresión, insisten en reivindicarla como parte de su derecho a la protesta?.
Mucho me temo que toda la culpa es de la izquierda. Desde los combativos años 60, que como todo aquí, también llegaron tarde, y desde las doctrinas más radicales del marxismo leninismo, la izquierda nunca pudo superar ver al Estado y a todo lo que lo representa, personas y cosas, como enemigo a batir. Da igual que sea un monumento a Bolívar, el Palacio de Justicia o un patrullero de la policía; todo para ellos es objetivo de agresión. Y en esa doctrina, ya sean niños de la Nacional o la Pedagógica o sindicalistas de industria, no se sienten protestando si no cuando lanzan papas explosivas contra el Esmad, o bolas de ping pong rellenas de tinta contra edificios y monumentos.
La estadística de miembros del Esmad y de la Policía Nacional lesionados en control de protestas pacíficas es aterradora. En los últimos años han sido asesinados cinco: tres patrulleros, un intendente y un subintendente. Y han sufrido lesiones 854 miembros de esos escuadrones. 31 lo han sido con armas de fuego, 256 con explosivos y 567 con objetos contundentes. Y ninguno de estos servidores les merece ni el mínimo comentario a los dirigentes de izquierda que siempre han litigado contra el Esmad y ahora reclaman su desaparición desde el Congreso.
Cualquier equivocación o cualquier exceso de un miembro del escuadrón es aprovechado con ese propósito. No hay contexto, no hay reconocimiento de la excesiva presión a la que se les somete ni de las terribles agresiones de las que se los hace víctimas. Todo se resuelve de antemano en su contra.
Y tampoco tienen garantías judiciales. Esta semana, Asonal Judicial, sindicato de los jueces, en comunicado del 14 de julio, lo llama “nefasto escuadrón de la muerte” y prejuzga el caso de Duitama, señalándolo responsable a priori de los hechos.
Con semejante posición oficial de los jueces de Asonal, entonces ¿Quién garantiza el debido proceso y la presunción de inocencia de los miembros del Esmad?
@Quinternatte