Me parecieron surrealistas las imágenes que pasaron los noticieros de TV durante el pasado puente festivo. Era el desarrollo de una operación que denominaron de manera epopéyica “Perseo” (semidiós de la mitología griega, hijo de Zeus) que llevó a más de mil soldados escoltando a la superministra Laura Sarabia y a otros altos funcionarios del “cambio” -porque Petro no se atrevió a mostrar su cara en la cara de la luna plateada- en el corregimiento del mismo nombre, municipio de Argelia, Cauca, metido en la Cordillera occidental en medio del Cañón del Micay.
En épocas de Uribe, el cañón estaba bajo la égida protectora de la Seguridad Democrática, pero hoy es parte de medio país cobijado por la prescripción adquisitiva de dominio que obra en favor del exfariano “Iván Mordisco”, líder de unas disidencias pomposamente autodenominadas como el EMC (Estado Mayor Central) que ni hubiera imaginado el M-19 de nuestro “comandante”.
Y debemos recordar el discurso del senador Petro de cuando era oposición: “Quien debería ir al Cauca es Duque. Poner allí el puesto unificado de mando, oír directamente a las comunidades indígenas, afro y campesinas, establecer una fuerte alianza con ellos sobre la base de sus reivindicaciones y aislar las mafias”. Pero ahora, que es gobierno, manda a su “lugarteniente” Laura a poner la cara... una vez retiradas las Farc que se acogieron a un falsario proceso de paz, siguieron delinquiendo ellas mismas, pero con cambio de marca, y las guerrillas del Eln intentaron meterse a pescar en río revuelto, pero el “mordisco” fue contundente y el negocio de la coca sigue circulando a todo vapor por el Cañón del Micay hacia el Pacífico y de allí al mundo entero, ante la mirada impávida de un gobierno que permite que la delincuencia haga de las suyas a placer, porque la seguridad no forma parte de su misión ni menos de su visión de Estado.
El Estado colombiano no ha podido hacer nada para evitarlo. Como antesala, esas disidencias atacaron con explosivos la estación de Policía y el Banco Agrario del municipio de Morales, cerca de Popayán y hostigaron Dagua, Suárez (tierra de Francia), Jambaló mientras en Miranda asesinaban a un niño, a un anciano y dejaban gravemente herida a la mamá del primero, todo un reguero de actividades propias del proceso de “paz total” en que nos embaucó el gobierno. Y el mediático senador Jota Pe Hernández entró a terciar en el asunto y a Petro le ha dicho “¡Cobarde, fracasado, politiquero mentiroso! Como candidato tenía todas las soluciones a los problemas, pero una vez llega al poder, le surgieron todas las excusas”.
Post-it. Como bien lo dijeron algunos parroquianos asustados que entrevistaron, “esto más parece un cuadre para la foto, y luego la autoridad se marcha y todo vuelve a la normalidad” y recordemos que allí la normalidad consiste en el libre accionar de los violentos que se pasean como Petro por su casa. Cómo será de delicada allí la situación, que el presidente les mandó un mensaje a las organizaciones populares del Micay para no pararles bolas a las órdenes del EMC y de inmediato la nueva Defensora del Pueblo, Iris Marín, le respondió solicitándole abstenerse de pedir que las comunidades tomen partido frente a unos grupos armados, para “no empeorar la situación de riesgo de los habitantes de esa zona”. Como quien dice, “que entre el diablo y escoja”.