Nunca, y lo digo con toda certeza, el mundo había sido bombardeado con tanta información como lo ha sido durante los pasados meses de pandemia.
Encerrados en nuestros hogares debido a la cuarentena a la que la mayoría hemos estado sometidos, navegar en el internet y las redes sociales se nos ha convertido en algo muy recursivo para pasar el tiempo.
Constantemente, ya sea a través de WhatsApp, Facebook, Instagram, Twitter, YouTube, Google y muchas aplicaciones más, nos hemos mantenido conectados con nuestros familiares, amigos, conocidos y, aún con un montón de desconocidos, que, sin descanso, nos envían toda clase de datos, pesquisas, noticias de última hora, curas mágicas, advertencias absurdas e historias dramáticas sobre el coronavirus.
A esta sobrecarga de información podemos añadir los noticieros de radio y televisión y todos los medios que, constantemente, nos atarugan con toda clase de conjeturas y reportes sobre cada aspecto del Covid-19, repetidas hasta el cansancio y como se dice “refritos” al por mayor.
Así, en este momento, cada uno de nosotros se puede considerar un experto en el tema, un neumólogo, epidemiólogo, un sabio en virus contagiosos, enfermedades tropicales, o un analista en mentiras dichas por China, discursos de los políticos de uno u otro país, apasionadas polémicas sobre las constantes declaraciones de Donald Trump, o de este o aquel líder, a quien toque “tirarle piedra” ese día.
Hoy todos somos expertos en pandemias ocurridas hace décadas o siglos. Todos nos sentimos capacitados para opinar y sentar catedra sobre epidemias, porque no hemos oído, ni leído sobre otra cosa, por meses, durante día y noche, a todas horas. Hoy, sabemos toda clase de cosas, fechas, estadísticas, minuciosos detalles sobre cuanto virus ha pasado por el planeta.
Sin embargo, se sabe que mucho de lo publicado en las redes sociales y aún de lo que nos informan los medios, es mentira, o mentiras a medias, o simples exageraciones, quizá, imprecisiones no intencionadas. Eso dicen los centros especializados en pescar falsedades.
Naturalmente, en las montañas de información que recibimos también hay bastante verdad, “verdad verdadera”, no amañada ni engañosa.
¿Entonces, realmente qué sabemos sobre lo que está ocurriendo? ¿A quién se le puede creer en este momento? ¿Hay acaso una verdad absoluta sobre este coronavirus?
Hace una semana, en el noticiero CBS de la mañana, en USA, el experto epidemiólogo de la destacada cadena de TV expresó algo que me sonó muy acertado y honesto. El doctor David Angus, con una expresión de profunda preocupación, mirando derecho a la cámara dijo: “La comunidad científica debe pedir disculpas al mundo porque hoy comprendemos lo poco que sabemos con certeza sobre el Covid-19, su comportamiento, su resistencia, sus complicaciones. Este es un virus que todos los días nos sorprende, el cual aún no conocemos, ni podemos interpretar con convencimiento”.
Quizá, por eso hay tantas contradicciones e improvisación al respecto; tanto desconcierto. Aun, ni siquiera se sabe que consecuencias va a tener la terminación de la cuarentena y el regreso al trabajo, estudio y otras actividades. ¿Será un error? Veremos recrudecer la crisis, aumentarán los enfermos y muertos, o será la salvación, porque reactivará las economías.
Hoy parece no haber más noticia que la pandemia ¿Qué es verdad, ¿qué es mentira? Solo la historia lo dirá.