La demanda por todo tipo de artículos y equipos para responder a las necesidades creadas por el coronavirus está disparada a escala mundial.
Los países, las organizaciones internacionales, las fundaciones, los hospitales y clínicas, se disputan las existencias de tapabocas, batas médicas, respiradores, guantes y termómetros, además, de todo lo relacionado con los kit para hacer las pruebas que indican si uno tiene, o ha tenido, el Covid-19; son urgentes los reactivos químicos para su elaboración y los hisopos para tomar las pruebas.
Ya, desde hace décadas, mucho se había escrito y discutido sobre la posibilidad de la ocurrencia de una pandemia de tipo viral, semejante a la actual, sin embargo, absolutamente nadie se había preparado para ella.
Incluso, personajes de la importancia de George Bush y del millonario filántropo Bill Gates, habían advertido sobre el tema, pero el mundo entero, comenzando por sus líderes, estúpidamente los ignoraron.
Hoy, la anunciada pandemia es un hecho y el mundo, con espanto, enfrenta una total escasez de todo lo necesario para atacarla. Las dolorosas consecuencias están a la vista. Nadie tiene los utensilios necesarios para contrarrestarla, ni siquiera hay suficientes implementos de protección básica como: tapabocas, guantes y batas para los equipos médicos que arriesgan diariamente su vida combatiéndola.
Aún, en los países más ricos y poderosos, los que supuestamente están preparados para todo, aquellos donde las mentes más preparadas y capases del mundo, teóricamente, viven y trabajan, carecen de lo necesario.
Lamentablemente, son ellos, los poderosos, quienes con su capacidad adquisitiva están acaparando la producción de todos estos implementos, dejando poco, o nada, para los países más pobres. Las naciones menos desarrolladas están teniendo enormes dificultades para acceder a estos productos indispensables.
Peor aún, en toda esta hecatombe, el ciudadano común ha quedado desprotegido y sometido a resguardarse con lo que, por algún milagro, encuentre por ahí, alguna fundación le regale, o sea capaz de crear por sus propios medios.
¿Quién tiene tapabocas? Es quizás una de las preguntas más oídas hoy entre amigos, en las redes, en el comercio virtual. Más ahora, cuando ciertos países comienzan a relajar su orden de cuarentena obligatoria y algunos de sus ciudadanos regresarán a trabajar, para comenzar la urgente reactivación de la economía.
Es claro que, por ahora, y quizás por mucho tiempo, quien salga a la calle, obligatoriamente, deberá usar tapabocas, por su protección y la de quienes lo rodean. Evitando así el contagio y la ocurrencia de la temida segunda ola del coronavirus. Por lo tanto, la demanda será cada día mayor.
El problema estriba en que, simplemente, el mundo ha copado su capacidad de producir, con suficiente rapidez, todo lo necesario, especialmente tapabocas quirúrgicos.
Cuando comenzó la crisis, China producía suficientes para cubrir la mitad de la demanda mundial, ya no alcanza ni a un 15 por ciento. Cientos de empresas de todo tamaño, a nivel mundial, han parado su fabricación de otros productos para dedicarse, exclusivamente, a elaborar tapabocas. Aun así, la demanda sigue siendo superiorísima a la oferta.
Es así como hemos visto la creatividad humana relucir. Tapabocas se están produciendo en muchísimos hogares, con toda clase de materiales y diseños. El hombre se crece cuando las dificultades apremian. Nunca deja uno de maravillarse ante la resiliencia humana. ¡Animo! Esta batalla la ganaremos.