RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Octubre de 2012

La amabilidad es posible

 

Nos  sorprendió a muchos católicos el amplio, serio y, sobre todo amable artículo de página entera que publicó El Tiempo el pasado jueves 25 de octubre para referirse al nuevo cardenal colombiano, el arzobispo de Bogotá, Rubén Salazar Gómez. En la Iglesia ya estamos, infortunadamente, acostumbrados a que desde los grandes medios nos den garrote y duro. Y seguramente la misma sensación la tienen muchos sectores sociales e instituciones, demasiadas personas y gentes generalmente indefensas.  Los violentos periodistas, y más que nada columnistas,  se escudan siempre en una presunta misión de vigilancia y crítica que les ha sido dada desde alguna nube misteriosa y sus espadas son de doble filo, de manera que cortan por todas partes. Un mal espíritu los posee a veces.

Detrás de esta actitud hostil están no solo los errores que cometemos todos, sino una canastada de prejuicios, una gran pereza para averiguar en profundidad la razón de ser de los hechos y un vicio inveterado de repetir acríticamente infinidad de tonterías y habladurías. Sin embargo, de vez en cuando algún comunicador es capaz de darse cuenta de la bondad de las personas y de las instituciones y se pone a la tarea de recoger logros y de presentarlos amablemente. Nadie pide comunicadores con vocación de áulicos, pero sí con más adhesión a la verdad y a la justicia con todos los actores sociales.

Los mismos periodistas y columnistas  a veces se hastían del tufo que despide el modo como se hace hoy esa labor. Se sienten agentes del mal espíritu. Pero al mismo tiempo parecen muy tímidos para alzar la voz, tomar la pluma o enfocar la lente hacia lo positivo, lo esperanzador, lo que está gestando nuevas realidades constructivas. Las pocas veces que lo hacen logran generar optimismo, sentido de patria, amor por lo propio. Y también estimulan a las personas a seguir en las tareas que hacen. La verdad sea dicha: la prensa -escrita, hablada, vista- es un poder descomunal hoy día y tendría que ser capaz de fijarse también con más empeño en lo bueno, en la gente bondadosa, y reconocer todo esto. También les corresponde a los comunicadores pensar cómo construyen país. La amabilidad puede surtir muchos mejores efectos que ese darle garrote día y noche a todo el mundo.