RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 30 de Diciembre de 2012

Detrás del progreso y el desarrollo

 

Dos mitos del siglo pasado: progreso y desarrollo. Palabras seductoras, esloganes vendedores. Evidentemente, necesidades sentidas. Hay que progresar y hay que desarrollarse. Los abanderados de estas metas tal vez han sido el capitalismo y quizás la democracia. Y la verdad es que a simple vista se percibe que ya no vivimos como antes y que el mundo ha creado miles de realidades nuevas. El hombre y la mujer de nuestro tiempo viven en general satisfechos de lo que se ha alcanzado y aun los que están un poco quedados en disfrutar del progreso y del desarrollo aspiran a alcanzarlo en tiempo más bien breve. Casi que son dogmas incuestionables las propuestas del progreso y el desarrollo y quien a ellas se oponga se le condenará al ostracismo social y económico.

Sin embargo, progreso y desarrollo han pasado la factura. Y lo han hecho en nivel ecológico, en nivel económico, en nivel urbanístico y ni se diga la factura que le ha llegado a la persona individual y a la familia. Progreso y desarrollo tragan recursos naturales sin piedad. Necesitan capitales por millones de millones, así sean únicamente papeles impresos. Urgen de esclavos y consumidores obesos más que de personas. Progreso y desarrollo no quieren gentes distraídas en el más allá ni en cosas tales como las que llaman espirituales o del alma. Ver para creer es su consigna diaria. Como quien dice, no hay almuerzo gratis, como tampoco progreso y desarrollo sin el debido precio, que se está volviendo tan alto como préstamo de libre inversión.

La historia podría echar para atrás, pero no es que se aspire a que eso suceda. Ciertos fracasos reversan contra voluntad y quizás las catástrofes. Pero la pregunta fundamental no consiste en cuándo se acaba el mundo, sino cómo seguir siendo persona dentro de ese mito doble del progreso y el desarrollo. Porque el peligro de todos los mitos es la negación de lo humano y también de lo verdaderamente trascendente. Mientras los sacerdotes de estos mitos invitan a invertir bien el dinero, a viajar como desterrados, a gozar como sibaritas, a hacer más maestrías y MBA`s, la sabiduría propone pensar menos en todo eso y buscar más las fuentes de sentido y de armonía. Para los creyentes la búsqueda de Dios y de su Palabra. Mitos siempre habrá. Posibilidades de superarlos también, pero con tesón y entrega total.