RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 31 de Marzo de 2013

La Iglesia invisible

 

El tono y los signos dados hasta hora por el Papa Francisco, además de sus palabras, parecen querer abrir una ventana para que se pueda ver una Iglesia que es invisible, pero tremendamente activa. Es la que a diario, sin aspavientos ni cosa perecida, está totalmente del lado de los débiles y con actos concretos. Es la que acompaña a los enfermos todos los días, la que se acerca a quienes están en duelo por la muerte de sus seres queridos, la que distribuye alimentos a los que no tienen nada para comer, la que da alojamiento a quienes deambulan sin techo en medio de las selvas urbanas de concreto, la que entra todos los días a las cárceles con la Palabra de Dios y la eucaristía, la que ofrece buena educación a las gentes más pobres y olvidadas, la que cuida ancianos que han dejado de ser interesantes incluso para sus propias familias, etc. Esta es la verdadera Iglesia, es la que más trabaja, la más alegre, la más fiel imagen de Jesucristo, es la más extendida y la más caritativa, es la del Cristo resucitado.

¿Quiénes son los que no ven esta Iglesia? En primer lugar los grandes medios de comunicación, cuyos cronistas, encerrados y alienados por la internet ya no pisan el barro de los pobres y los necesitados y están atrincherados en sus medias verdades y también en sus vidas llenas de contradicciones. No la ven, o no la quieren ver, las élites que sin el más mínimo sentido de autocrítica, buscan siempre a quién descargarle el peso de sus faltas de compromiso con la justicia y la equidad.

Tampoco la ven muchos bautizados que viven cómodamente en su ritualismo vacío y su consigna existencial más empeñada en no hacer mal que en hacer mucho bien. No la ven muchas nuevas agrupaciones religiosas que han convertido la fe en una alienación de palabrería y de terapia grupal mal hecha. Pero no hay duda: la Iglesia solidaria con los pobres, lo ha subrayado recientemente el arzobispo de Bogotá, existe desde siempre y es de una actividad y cercanías impresionantes.

Es cierto que siempre se podrá hacer más por los débiles y así debe ser. Sin embargo, ya se hace mucho desde la Iglesia y desde otros sectores de la sociedad. Pudiera ser que con el impulso del Papa Francisco estar de parte de los pobres se convierta en la gran aspiración de todas las personas.