RAFAEL DE BRIGARD, PBRO. | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Abril de 2014

La temible Plaza de Bolívar

 

Alguna de las pocas personas que viven en el marco de la Plaza de Bolívar me comentó recientemente que la ciudadanía le ha cogido pánico a ir a ese lugar pues se ha vuelto epicentro de toda clase de tropelías y atropellos. Es como si hubieran pasado el famoso Cartucho a ese sitio. Y la presentación actual del lugar lo corrobora. Ha sucedido con esta plaza lo de tantos otros lugares de la ciudad de Bogotá, y seguramente de otras ciudades también, en las cuales grupos con capacidad de intimidar por la fuerza bruta, por la amenaza de incendio, por las armas que llevan bajo sus ropas e incluso por su poder político tipo matón, se van apoderando de espacios completos sin resistencia alguna y con una autoridad cada vez más débil y sin carácter que a todo se agacha y cede. Y no se trata propiamente de un parque de bolsillo o de barrio. Es el corazón de la capital de la nación.

En ciertas ocasiones más tensas me imagino a cuatro personas mirando lo que allí sucede. Por el oriente, al Cardenal Arzobispo de Bogotá, quien medita en cómo satisfacer tanta gente que protesta. Por el norte, se asoma el Presidente de la Corte Suprema pensando si no han sido demasiado complacientes frente a tanto desadaptado que circula por toda la ciudad. Por el sur el Presidente del Congreso se da golpes de pecho lamentando la cantidad de leyes insensatas que han dado lugar a este desorden generalizado. Por el occidente mira el Alcalde Mayor frotándose las manos porque ama el fuego y la revuelta. Y la ciudadanía de verdad, la que trabaja y paga impuestos, se asusta desde lejos, estudiando, laborando, movilizándose y a veces preguntándose cuándo será que la ciudad arda ante tanta desidia y complacencia con la anarquía.

La temible Plaza de Bolívar, las mil calles del Cartucho, los barrios prohibidos, las noches intransitables, las bandas organizadas y también las desorganizadas, el ácido en la cara de las mujeres, todo es signo de una alta dirigencia sin carácter ni norte. Así nos dirigen hoy. Nos hemos vuelto una sociedad sin estrella polar que nos guíe, una masa informe de personas que ya no tienen a quién acudir pues la única preocupación de las altas autoridades es llegar a tener pensión millonaria y nada más y el resto es un comino para ellos. La Plaza de Bolívar es temible también por los que la rodean y si nos descuidamos nos devorarán sin contemplación.