Delirios sobre alcohol y droga
Es irónico ver cómo cada vez que se habla de la “bondad” de legalizar el consumo de drogas y aumentar el de alcohol, al mismo tiempo, se conocen una y mil historias sobre las barbaridades que cometemos los seres humanos bajo los efectos de estos venenos.
Las noticias son agotadoramente repetidas: bajo efectos de alcohol alguien disparó, atropelló, se suicidó, violó, robó; bajo efectos de alucinógenos otro mató, destruyó, se arruinó, etc. Y no obstante la evidencia innegable sigue la cantaleta: legalizar la droga, aumentar los horarios de la rumba, regular lo dosis personal, todo para ampliar el libre desarrollo (¿?) de la personalidad. En todo este discurso denigrante impresiona la adhesión favorable de la gran prensa escrita, hablada y televisada.
Es hora de hacerse preguntas, cuyas respuestas se conocen de sobra. ¿Los más férreos defensores de la libre circulación de drogas y alcohol no son en realidad consumidores favoreciendo su propio estatus? ¿Los que más promueven estas actividades que atentan contra el ser humano no están de algún modo vinculados a los negocios que están detrás de estas propuestas? ¿Los más fervientes defensores de venta abierta y legal de todas estas sustancias tóxicas no pueden ser considerados personas con responsabilidad legal y tal vez penal sobre las consecuencias diarias que el consumo de drogas y alcohol traen sobre individuos y sociedad? Muchas otras preguntas caben en este campo pavoroso de ataque al ser humano, que quiere ser disfrazado de una actividad más, inocua, que simplemente reclama un espacio en el directorio de las cámaras de comercio.
Tampoco son alentadoras las posturas existenciales y jurídicas de muchas de las autoridades que tienen en sus manos estos asuntos tan delicados. En lo existencial se sabe que el consumo desaforado de alcohol y drogas no es tan excepcional en personas situadas en los puestos de poder y decisión. En lo jurídico algunos hablan de Colombia como un país muy adelantado en ciertas materias de derechos, pero la verdad es que somos un país con un populismo jurídico que apunta más a la ovación de la tribuna que al bien de las personas. Realmente el tema de drogas y alcohol hace delirar a más de uno, con el agravante de que varios de esos delirantes son legisladores, generadores de opinión, dueños del poder. En psiquiatría los delirios se clasifican como trastornos del pensamiento.