Rafael Mojica García | El Nuevo Siglo
Miércoles, 19 de Noviembre de 2014

LENGUAJE

Carta de un profesor

En  marzo de 2013, recibí un correo electrónico digitado por leonardo1940 con un curioso título: “carta de una profesora con acertadísima y lapidaria frase final”.

Guiándome por ella recordé que cuando yo estudiaba en la primaria, se ingresaba directamente al  primero: aquí se aprendía a leer y escribir, a sumar y restar.  No había kínder, ni transición, ni párvulos, ni nada de nada. ¡El primero y ya está! En la primaria avanzábamos en redacción y ortografía, divisiones y multiplicaciones, música (coros con música autóctona), paseos por los alrededores del pueblo, religión, urbanidad y sanidad.  Y se llamaba así: educación primaria e iba hasta el V grado.

Nuestro cuaderno de dibujo era grande y rectangular. En él colocábamos por medio de cuadricula lo que íbamos a dibujar y luego lo coloreábamos. Ahora colorean pero no dibujan. Teníamos círculos literarios en donde leíamos a nuestros escritores. Yo presidí en III de primaria el circulo literario “José Asunción Silva”. Leíamos su biografía y recitábamos en voz alta sus versos.

Luego seguía el bachillerato de I a VI y en él se estudiaba apologética, inglés, francés, latín y raíces griegas, literatura universal  y colombiana, historia universal y colombiana, geografía universal y colombiana, filosofía, matemáticas (álgebra y cálculo), física, química, geometría, trigonometría, anatomía y educación física.   Celebramos las fiestas patrias (20 de julio, 7 de agosto y 12 de octubre) con marchas que saliendo de las sedes se concentraban en el parque principal en donde saludábamos levantando nuestros brazos extendidos a la altura de la ceja a las autoridades y ellos respetuosamente nos correspondían estando de pies.

Los sábados en la mañana izábamos la bandera y le leíamos composiciones propias o ajenas. ¡Orgullosos de su flamear! Ahora se desprecia tanto que cuando alguien quiere decir que algo es baladí o despreciable dice: “eso son saludos a la bandera”.

El hablar correctamente era una práctica nacional. Nadie se molestaba por que le dijeran: no se dice hubieron sino hubo. Entendíamos qué era un participio activo: “atacante del verbo atacar; saliente del verbo salir; cantante del verbo cantar y existente del verbo… y ¿cuál es el participio activo del verbo ser? Pues: ente, que significa: el que tiene voluntad. Así que se dice presidente y no presidenta, como de manera análoga se dice capilla ardiente y no capilla ardienta, estudiante y no estudianta, paciente y no pacienta, dirigente y no dirigenta, residente y no residenta”.  Y como si fuera poco utilizábamos el artículo, leíamos: el juez y la juez y no ese sexismo del juez y la jueza. Y qué tal esa disonancia del poeta y la poeta, en lugar del poeta y la poética poetisa.

Quienes más mal usan nuestro lenguaje son los políticos y los periodistas, tal vez, por lo que hablan tanto. En Villavicencio es común que le añadan una N (ene) al reflexivo de la tercera persona en el plural: no dicen siéntense sino siéntensen. La carta por la cual me guío se hace la misma pregunta: ¿el mal uso de la lengua será por razones ideológicas o por ignorancia? Cree que por las dos razones.  Ahora han tomado de moda el sexismo, al dirigirnos a un auditorio; de señores y señoras, hemos ahondado a muchachos y muchachas, hombres y mujeres, o la del presidente venezolano: millones y millonas. Ya habrá damas y damos, ¡claro está! Si seguimos por esa vía y no tomamos el sentido antropológico de la palabra, con la teoría de la defensa del género, terminaremos hablando de “el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el paisajisto, el artisto, el taxidemisto, el telefonisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y el machisto ¡claro esta!”  ¿Este claro señor periodisto?

Y si lo mismo te da ministro que ministra pues lo mismo te será un cargo público que una carga pública.  Besos y besas.                   

*Rector Universidad del Meta