Escribe Andrés Mejía Vergnaud en su simpático blog, Descartes en bata, el cual siempre da que pensar, que, como liberal, libertario o procapitalista, no le desagrada el espíritu de la actual reforma tributaria. Esta, argumenta Andrés, transforma “el modelo de economía política” en Colombia al crear uno donde “los individuos de ingresos altos y medio-altos tributan muy fuertemente, de modo que los hogares pobres y en pobreza extrema reciban transferencias monetarias de parte del gobierno”.
Andrés aprueba la reforma porque considera que la intervención estatal es inevitable y, como tal, prefiere el pago de subsidios a través de transferencias monetarias directas que la alternativa, la cual implicaría la creación de nuevos programas gubernamentales -por ejemplo, para repartir comida- y, por ende, aún más burocracia (subdirectores, asesores, oficinas, camionetas, etc.).
Visto así, el punto de Andrés ciertamente es lógico. Sin embargo, mi impresión es que su premisa conduce a una justificación para el expolio muy similar a la que oye alguien que despierta en una clínica y le dicen lo siguiente: “Señor, lo hemos convertido en eunuco en contra de su voluntad, pero le garantizamos que hemos usado los más avanzados y seguros métodos quirúrgicos”.
Es tan ilegítimo el expolio como una cirugía sin autorización del paciente. La actual reforma tributaria también lo es por una razón muy sencilla: nadie eligió al gobierno de turno para que transformara el “modelo de economía política”, mucho menos para que llevara a cabo descabellados experimentos de redistribución de los ingresos por medio de fuertes alzas a los impuestos.
De hecho, hubiera sido imposible votar por dicha plataforma y, a la vez, votar por el candidato Iván Duque, porque su programa de gobierno planteaba todo lo contrario. En la introducción, decía que “los colombianos estamos indignados” y “nos duelen los impuestos asfixiantes”. El punto 98 hablaba de simplificar el sistema tributario “con tarifas competitivas” para empresas y personas naturales. El punto 190 ofrecía “menos impuestos y contribuciones para mejores salarios”.
Dichas ideas no se quedaron sobre el papel. Durante los últimos días, han proliferado los videos en redes sociales en los que Iván Duque, el candidato, aseguraba que recortaría tanto los impuestos como los gastos innecesarios del Estado. Puede que e uribismo, como sugiere Descartes en bata, haya decidido que debe adoptar los métodos del progresismo colectivista al pie de la letra para permanecer en el poder. Pero este raciocinio -completamente errado en mi opinión- no los exime de la responsabilidad de cumplirles a los votantes que los elegimos en el 2018 precisamente para que no se implementara el progresismo colectivista.
Más allá del terrible daño material que causan las leyes diseñadas sólo para repartir la riqueza mientras impiden deliberadamente su creación, el gobierno está generando un daño que puede ser aún mayor. Como en el caso del plebiscito del 2016, tras el cual el anterior gobierno se burló de los resultados de una elección democrática, el actual gobierno traiciona la esencia de su propio mandato. Socavan las bases mismas del sistema republicano.