El síndrome de las reformas, característica patológica de algunos intelectuales, se presenta en nuestro país cuando hay una crisis institucional.
Con el crimen atroz del ciudadano Javier Ordóñez, propiciado por unos agentes de la policía, retorna nuevamente al terreno jurídico el cacumen de algunos sabios para proponer unas reformas quiméricas, que transformarían estructuralmente la institución de la policía.
Santo Tomás de Aquino definía la ley como “el ordenamiento de la razón, encaminada hacia el bien común, promulgada por quien tenga a su cargo la comunidad”.
Desafortunadamente son reformas legislativas craneadas sin ninguna razón lógica, pues se parte de fenómenos superficiales sin escudriñar la esencia humana de cualquier ser terrenal.
Debe entenderse por esencia humana cuando verdaderamente se recorre el mundo de la mente inconsciente que gobierna al ser humano, es decir sus emociones.
El reconocido sicólogo estadounidense John Barg en su libro ¿Por qué hacemos lo que hacemos? demuestra científicamente “el poder que el inconsciente tiene en nuestra toma de decisiones a diario, desde el comportamiento hasta la ideología y la relación con sus semejantes en una sociedad determinada”.
Su premisa: “en todo momento la mente está influenciada por el pasado, la memoria genética, las experiencias previas, por el presente, las respuestas instintivas al entorno, y por el futuro, las motivaciones y deseos que hacen que nos enfoquemos en ciertas cosas y dejemos otras de lado”.
Todo ser humano actúa de acuerdo a sus emociones frente a sus congéneres, siendo imposible suprimir su parte emocional, Daniel Goleman en sus investigaciones lo explica perfectamente.
Preguntemos entonces: ¿cuál será el origen del inconsciente de los policías, que provienen de hogares disfuncionales, que hoy han llegado a la institución policial cargados emocionalmente de violencia, para proteger a los ciudadanos, en un estado social de Derecho?
Un muestreo realizado en diferentes zonas de Colombia, por el Observatorio de Restitución, Regulación de derechos de propiedad agraria, conjuntamente con Bienestar Familiar, señala: despojados de su predio por amenazas 53.79%, despojados por fuerza 23.73%, abandono por temor, actos violentos en vecindad 20.57%, abandono por temor a sus padres, sentido general 5.31%, sienten odio el 34.16%, le tienen miedo a los paramilitares 79.82%, a la guerrilla 69.90%.
Moisés Wasserman menciona: “la opción de la educación es fundamental. Hay que invertir grandes esfuerzos en la formación ciudadana general. Tenemos que empezar en la edad temprana, de cero a cinco años”.
Si queremos una verdadera reforma de la institución de la Policía se debe comenzar por una educación emocional humana. Así podríamos motivar a cada integrante de la policía a superar los condicionamientos negativos de su infancia; esto le permitirá mejorar su calidad de vida, evitando los excesos y brutalidad de sus actuaciones cuando visten el uniforme institucional.
Hay que educar para que los policías tengan una alta capacidad de asociación, vocación de servicio y una gran dosis emocional de amor al prójimo. Deben ser unos verdaderos líderes del futuro, con una amplia cultura en Derechos Humanos, pensamiento estratégico, sentido de equidad social y alta vocación de servicio.