Al momento de escribir esta columna no imaginábamos lo qué iría a suceder ayer, pero claro que existía pánico colectivo, muchas entidades públicas y privadas no prestaron servicio, la justicia se paralizó, igual que las escuelas, colegios y universidades, por miedo, y ello ya es suficiente para conocer los estragos del famoso paro nacional. Exactamente no se sabían las razones, pero a mucha gente se le metió en la cabeza la idea de que había que protestar y un taxista me dijo que “protestar sin violencia no servía para nada, es como ir a caminar de rodillas por la calle”… Bueno, nuestra Constitución Política se torna alcahueta y en aras de proteger a los intocables -léase estudiantes, indígenas, trabajadores, infiltrados- las fuerzas armadas parecen haber perdido la facultad de ejercer la potestad legítima del Estado para contener el caos y reprimir las acciones desbordadas de quienes anhelan tumbar al presidente de la República, siguiendo los postulados del Foro de Sao Paulo, que Maduro y Diosdado han recordado en sus diatribas recientes y que ya en Ecuador y Chile han dado para revertir decisiones oficiales y hasta para llamar al poder constituyente primario…
Recordemos que el señor Petro, cuando perdió las presidenciales, dijo que su oposición iba a estar en la calle, en sesión permanente marchante; antier expulsaron a 24 venezolanos que querían hacer daño y allanaron residencias de algunos estudiantes y profesores con material poco didáctico; en Pereira están encartados dos estudiantes de la U. Tecnológica que querían incinerar al Comandante de la Policía y familia dentro de su casa y, cosa impensable en tiempos de nuestro recordado Padre Gabriel Giraldo S.J., una universidad, como la Javeriana, acostumbrada a tener medio gabinete ministerial pasó, por cuenta de unos estudiantes “modernos” a hacer presencia en la calle, de tú a tú con los vándalos y encapuchados (¡debe prohibirse por ley penal el uso de la capucha!) que marchaban por malos manejos de un funcionario de la vecina U. Distrital, como si el asunto fuera quemar buses y no meterlo a la cárcel.
Pos-it. Nunca conocí a un Registrador Nacional del Estado Civil, hasta ahora, y así se lo diré a mis nietos, cuando los tenga, porque la tarjeta de identidad de mi niño la firma un señor Carlos Ariel, que no conozco. Perdí mi cédula y el duplicado, para mi orgullo, está rubricado por Juan Carlos Galindo Vacha, ex columnista de este diario, quien desde la facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Javeriana demostró que estaba hecho para grandes cosas y su perfil profesional lo llevará a la Procuraduría General de la Nación y después a otras altas dignidades. A él y a su equipo, con Alfredo Posada Viana a la cabeza, Colombia les debe las gracias por su honrada y juiciosa labor, que ya termina. No en vano fueron premiados con la certificación ISO/TS 54001:2019 del Icontec, siendo el primer organismo electoral en obtenerla por sus servicios y procesos electorales.
Post-it 2. No sabía que ocho años era tanto tiempo -tan largo como dos cuatrienios seguidos- lapso que tuvimos que aguantar los sufridos hinchas del glorioso Deportivo Pereira para regresar a la A Dios Gracias.