En octubre del año pasado más de 500 hombres, pertenecientes a los organismos del Estado, dieron captura a uno de los hombres más buscados por la institucionalidad colombiana hasta ese momento: Dairo Antonio Úsuga David, conocido por su alias "Otoniel”.
Escondido en un cambuche del cerro Yoki, cerca de Necoclí, se encontraba el hasta ese momento jefe del Clan del Golfo. Desde entonces todo lo que tiene que ver con su captura ha sido primera plana de los diarios nacionales y tema de noticias por todo lo que ello trajo.
¿Qué tanta importancia e influencia podría tener Otoniel? Era una pregunta que seguramente en ese momento podrían hacerse muchos; sin embargo su presión y capacidad de influenciar sobre los ciudadanos ya se podía contabilizar en cerca de 300 municipios que para el momento de su aprehensión dominaba este Clan del Golfo.
No obstante lo que podría haberse tenido como un duro golpe al narcotráfico y sus estructuras violentas, desde ese momento fue motivo de mayor polarización política del país. Y es que los reparos sobre la verdadera capacidad de extinción del Clan con esta captura, o la reparación y verdad para sus víctimas, fueron el punto diario de discusiones que terminó y se aclaró de manera rápida la semana pasada con su extradición.
Y es que una vez conocida la noticia de la entrega efectiva de alias “Otoniel” al gobierno de los Estados Unidos, se empezaron a escuchar voces en contra de esa extradición, la mayoría de ellas bajo el sustento que las víctimas de torturas, desplazamiento y asesinatos iban a quedar sin su reparación, toda vez que a los norteamericanos lo único que les interesa son sus vínculos y proceder frente al narcotráfico. Lo demás, no es materia de su interés ni de sus investigaciones. Por ello aducen que todos estos hechos quedarán olvidados y sin nunca conocerse los responsables de ello.
Las otras voces que se hicieron sentir fueron las violentas. La reacción del Clan de Golfo nos transportó a los inicios del siglo, cuando los grupos violentos reaccionaban a las decisiones del gobierno con atentados, destrucción de la infraestructura productiva y caos. Y es que el país en pocas horas registró más de un centenar de hechos violentos, pues en solo dos días, más de veinticinco municipios antioqueños se vieron afectados por el paro armado, ordenado por este grupo delincuencial.
Como si todo esto no fuera suficiente, el país político se encuentra preocupado con las interceptaciones hechas al círculo cercano de Wilmer Antonio Giraldo, alias “Siopas”, uno de los herederos de ‘Otoniel’, en el Clan del Golfo.
En ellas se imparten órdenes a los miembros de su familia, de votar por el candidato del Pacto Histórico, porque al parecer existirían intereses más allá de los patrióticos, de elegir esa candidatura. No queda duda que en esta contienda política apareció un factor bien fuerte y esto seguramente pesará en las próximas elecciones, pues si algo ha sido motor electoral en las últimas décadas, es la violencia, receta ya conocida por muchos.