Muchas preocupaciones con el Covid-19 han demostrado todas las agrupaciones que de una u otra forma tiene intereses en la educación, porque saben de antemano su responsabilidad y la importancia de tamaña encrucijada. No podemos seguir a la deriva en cuestión tan crucial para el futuro de la sociedad y país; desde el Gobierno se estudian alternativas que permitan una salida favorable en todo sentido, pues son muchos los núcleos comprometidos e interesados en lograr un giro al universo variopinto de estudiantes, docentes, padres de familia, administradores y centros educativos.
Desde MinEducación la atención está dirigida al regreso a clases presenciales, pero con responsabilidad y estrategias que brinden seguridad y protección, por lo tanto el primer obstáculo es el comportamiento del virus con su nivel de contagio, medido por la curva que, en últimas, califica y monitorea el Ministerio de Salud, impase convertido en cuello de botella para dar marcha libre al regreso. Ante la premura y el paso de los días se está proponiendo una estrategia sustentada en la alternancia, consistente en combinar clases presenciales con labores docentes caseras. Sobra decir que la alternancia estará preservada bajo ciertas formalidades como el distanciamiento, aseo y demás recomendaciones de conocimiento general, sin olvidar la participación del ámbito familiar y decisión personal cuando de mayores se trata.
La propuesta tiene un margen representativo de aceptación por la preocupación del porvenir docente en cada estudiante, que ve estancada su ilusión de estudio y futuro profesional; para fruición la situación no es nacional, lo que obliga a considerar los casos en enfoque regional, porque el coronavirus no tiene el mismo cubrimiento ni comportamiento en todo el territorio, ante lo cual el recurso de la alternancia se irá implantando de acuerdo a la evolución de la pandemia y el proceder de la población estudiantil de cara a los protocolos de prudencia.
Vemos esta estrategia como única alternativa para ganar tiempo, avanzar en el cumplimiento de asignaturas académicas y lograr el tan anhelado compromiso ciudadano con el sector educativo. En lo referente a los jardines infantiles el asunto toma ribetes distintos por la urgencia de ajustarnos a directrices que fijen las autoridades sanitarias y el parecer de los padres, independiente de protocolos de convivencia y aseo. Con infantes cambian y aparecen otras consideraciones bien respetables.
Resolver el problema no es nada fácil. Si analizamos desprevenidamente, los planteles son lugares de concentración, donde por lógica el virus circula con mayor intensidad y por ello se deben considerar las comunidades estudiantiles como estadios ideales para la contaminación riesgosa. La recomendación del distanciamiento es supremamente difícil de observar, pues el impuso a la cercanía es manía y costumbre inveterada en esos ambientes docentes. Luego, debemos ampararnos en capacitación y ensayos.