El viernes de la semana pasada nos cupo el honor de asistir al relevo del mando en la policía metropolitana de la ciudad de Bogotá, un acto que, como se acostumbra en la institución, tiene la gala, rigurosidad y protocolo contemplado en los reglamentos. Pero, en esta ocasión, tuvo un ingrediente especial: el comando lo asume una general de la institución, convirtiéndose en la primera mujer que contrae tan importante compromiso, como es el comandar la unidad más representativa de la institución.
Duro reto para la general, especialmente por la cantidad y calidad de auditores de oficio que le siguen los paso al comandante de tan prestigiosa y emblemática unidad, situación que dificulta en muchas oportunidades la toma de decisiones frente a situaciones complicadas y de difícil manejo. Sin embargo, sabemos de la trayectoria y ejecutorias que preceden a la general Sandra Hernández, a quien el mando institucional encomienda tamaña responsabilidad.
Son variadas las aristas que rodean la seguridad en la capital y diversos los tipos de delincuencia que debe combatir la institución. Sería saludable para la ciudadanía entender que una cosa es el servicio de vigilancia, la cercanía con las comunidades, el control del tránsito, la defensa de la honra y bienes de los ciudadanos, el amigo policía, las buenas relaciones entre vecinos reguladas por los frentes de seguridad y el auxilio del programa cuadrantes, acompañados de patrullajes esporádicos y planes ejecutados con puestos de control, que generan una sensación plausible de seguridad, sin olvidar la permanente atención a los clamores de auxilio venidos de la comunidad, y otra muy diferente, luchar contra el narcotráfico en todas sus modalidades y enfrentar las organizaciones delictivas, con características y fines inconfesables que alteran la paz y tranquilidad de la ciudad, esos delincuentes que atentan contra la integridad de los oponentes, enfrentándolos por el control de sectores específicos y demarcados, aquellas zonas residenciales que estas pandillas han convertido en campos de batalla y territorios proscritos para la sociedad y las mismas autoridades.
Deben nuestra policía combatir facciones armadas y económicamente boyantes que pueden enfrentar la fuerza pública con capacidad bélica, alterando con su proceder el sosiego y orden de toda la ciudad, generando una imagen desoladora de una colectividad que busca concordia y calma.
Por lo anterior, nuestra nueva comandante tiene una empresa retadora y desafiante, donde la presencia de los policiales uniformados es reclamada no solo por la sociedad, sino por las mismas autoridades, como lo escuchamos de la señora Alcaldesa en la mencionada ceremonia, lo que demandó una explicación de la general Hernández.
La exigencia de la alcaldesa Claudia López llevó implícita un reconocimiento para nuestros hombres de verde oliva, encargados del orden, probidad y paz.
Las cosas se le darán a nuestra comandante si cuenta con justicia, respaldo y medios.