La realidad y el entorno socioeconómico en el que nacen e interactúan las personas condicionan su condición social, el desarrollo de sus capacidades y su desempeño hacia el futuro. No da lo mismo haber nacido en Dinamarca que en Cundinamarca, ni da lo mismo haber nacido en El Chicó que en el Chocó.
Desde la gestación y la lactancia misma de la niñez se empiezan a marcar las enormes diferencias que saltan a la vista.
En Colombia, además, hay enormes brechas en cuanto al acceso a los alimentos y la calidad de estos por parte de la niñez, acusando altos niveles de desnutrición y malnutrición infantiles e incluso cifras elevadas de decesos por causas asociadas a los mismos.
Y lo más grave de todo esto es que la desnutrición, al igual que la malnutrición en esta edad temprana afectan tanto el desarrollo físico como el cognitivo de quien la sufre, causándole al niño o a la niña un daño irreversible e irreparable, que se convertirá en una tara con la que tendrá que arrastrar irremisiblemente por el resto de sus días. Es consabido que los primeros mil días de existencia de la criatura son críticos, lo que se haga o se deje de hacer durante esta fase de su crecimiento es decisivo para su formación y desarrollo posterior. De ello debemos ser conscientes y actuar en consecuencia.
Hacemos estas disquisiciones a propósito del mediocre resultado que, una vez más, arroja la más reciente prueba Saber 11, en la que, según la investigadora de la Universidad Icesi Juliana Ruíz, “sólo un 1,1% de los estudiantes obtuvieron resultados catalogados por el Icfes como óptimos en todas las competencias”.
Y, claro, como era de esperarse, les va peor a departamentos que, como el de La Guajira, Magdalena, Chocó, Amazonas, Guanía y Vichada, pues exhiben los peores indicadores sociales y, para colmo de males, cuentan con una infraestructura deficiente, una ínfima dotación, todo lo cual afloró y se agravó con motivo de la crisis pandémica.
Pues bien, mueve a la preocupación el hecho que en los últimos cinco años los resultados de esta prueba han venido de mal en peor, lo cual delata el continuo deterioro de la calidad de la educación en Colombia, lo que debería disparar todas las alarmas, puesto que la de la calidad de la educación y la enseñanza dependerá la calidad de nuestros profesionales. Pero no, los responsables de la política educativa en nuestro país, como diría el mexicano y nobel de Literatura Octavio Paz, están a las afueras de la realidad.
Esta es una verdadera catástrofe, la cual amerita la inmediata atención e intervención del Estado para ponerle correctivos a las fallas sistémicas de la educación y superar esta debacle. El mejoramiento de la calidad de la educación y el consecuente mejoramiento de los resultados de estas pruebas no se va a dar por generación espontánea. ¡Hay que actuar ya, el tiempo apremia!
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